El “hombre nuevo” de la revolución sale a relucir nuevamente para evidenciar en lo que se ha convertido la sociedad cubana. Alcides, un anciano cubano, fue víctima de personas inescrupulosas quienes le quitaran 200 pesos, destinados para quizás sus medicinas o alimentación. Sin embargo, la historia de este anciano cubano conmovió a las personas de bien que aún existen en la isla cárcel y rápidamente se movilizaron para ayudarlo.
Rouslyn Navia Jordán es una de las protagonistas de esta historia que ratifica que en Cuba, pese a la podrida ideología comunista, aún existen personas de buen corazón, capaz de luchar por el bienestar de la comunidad. Esta cubana relata como, conmovida por lo ocurrido, se movilizó para ayudar a Alcides en su desespero por haberse quedado sin dinero.
“Cuando me vió llegar, debajo de la lluvia, me confesó que había pensado que ya no iría. Se había puesto de pie, apoyado en su bastón, y cortésmente me ofreció su sillón. Me rehusé. Le rogué que se sentara porque tenía una sorpresa para él”, comienza el relato, que quizás para muchos no signifique nada si no se lee con atención.
Ella cuenta que logró contactar con Alcides luego de que en redes sociales se diera a conocer su caso. El anciano cubano había sido robado y despojado de lo único que tenía. “Está vez le conté de toda la gente que, conmovida por la amarga experiencia sufrida, había decidido reponer el dinero robado”.
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Fue entonces cuando Navia sacó una billetera nueva, la cual ofreció para guardar sus pertenencias, pero no solo eso. Ella afirma que también se le repusieron los 200 pesos que le habían sido robados y oros 700, en total 900 pesos.
“Alcides se llevó las manos a las rodillas, reprimiendo una palabra que no llegó a sonar más allá de su garganta. No pudo ocultar cierto temblor cuando, incapaz ahora de permanecer en el sillón, se levantó emocionado. “Me da vueltas la cabeza”, dijo sonriendo nervioso. Y caminó unos pasos por el portal”.
Cuenta que el anciano cubano “estaba feliz” con los 900 pesos que habían reunido para reponer lo robado de forma vil y cruel. “Yo tenía que despedirme, mi Dylan me reclamaba con un llanto desde el carro, dónde lo había dejado en los brazos del padre (y ese tirano no admite demoras)”.
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Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que pese a la buena acción, el anciano cubano no podía creer lo que le estaba pasando. Tantos años de comunismo voraz han hecho que la sociedad cubana sea un hervidero de desconfianza, donde las buenas acciones, como está, son vista con cierta incredulidad.
“Alejandro, que me había acompañado todo el tiempo, ya en el camino a casa me comentó “qué mala es la persona que le robó a ese viejito”. “Lo importante, hijo mío, es que los buenos somos más”, finalizó.
Redacción Cubanos por el Mundo
