Lo que no sirve, se bota, pero en Cuba se hace hasta lo imposible por arreglarlo, pues la sustitución de cualquier implemento en medio de la escasez, no es una opción. Un reciente reportaje de EFE describe cómo el desabastecimiento que siempre ha existido, se ha acentuado en medio de la pandemia por coronavirus, en un año de estancamiento y retroceso para el mundo.
Oficios como la reparación de encendedores o el blanqueamiento de ollas, forman parte de la cotidianidad en medio de la escasez en Cuba. Recoge el reportaje el testimonio de Luis García, un cubano de 59 años que en los últimos quince de su vida se ha dedicado a recuperar el brillo de calderos, ollas, sartenes, y cubiertos que se manchan.
En su vivienda, Luis trabaja para devolverles su aspecto de antes, en un oficio que le permite ayudarse y a su vez, ayudar a quien no tiene para reponer las piezas tan necesarias para el hogar. En entrevista con EFE, el hombre confiesa que esta es una forma de ganarse la vida honradamente, ya que la economía no da para tanto.
Aunque no se espere que esto ocurra en cualquier parte del mundo, Cuba es un país de reinvento. La necesidad vivida durante décadas, donde lo necesario es un lujo, los ha llevado a no permitirse suplantar fácilmente artículos como paraguas o calderos. Son piezas valiosas, costosas para adquirir y deben ingeniárselas. La producción local de ellos es casi inexistente y los importados, son de alto costo e impagables para el cubano promedio.
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Y si bien para adquirir estos productos los cubanos acudían al mercado negro, las restricciones de viajes por el coronavirus hicieron cuesta arriba que las “mulas”, como se conoce a los cubanos que viajan a otros países a traer mercancía, lograran salir de la isla.
Recoge además el reportaje la curiosidad de los oficios de la escasez en Cuba, la reparación de los encendedores o “fosforeras”, como se le conoce en la isla. En sus carritos, a la luz del día, cubanos como Marcel Lescan, de 43 años, se encargan de darle nuevas oportunidades a estos encendedores.
“Para estas cosas hay que nacer. Ahora yo pongo un ingeniero mecánico aquí y él no me hace todas estas cosas, ni sabe por dónde se va el gas, yo de solo ver y tocar la ‘fosforera’ sé lo que tiene”, asegura el hombre. En un país donde no hay renovación de cuadros de poder y donde la misma familia controla desde hace sesenta años el país, nada puede desecharse.
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Redacción Cubanos por el Mundo
