El “héroe” recibió tantos palos que salió luego a intentar explicarse, pero evidentemente el perro le mordió la mano.
El espía René González recibió severas críticas de “derecha” y de “izquierda” tras proponer en un festinado y desafortunado post que dejaran entrar a Cuba a la joven periodista Karla Pérez González. El hombre de las cintas amarillas no hizo la propuesta en base a su espíritu de padre o siquiera de persona buena gente, sino para “celebrarle un juicio”.
A René, evidentemente, el agua con monilia sin hervir le está haciendo daño.
Días antes, había metido el pie en el fango al hacer una “referencia” al derecho que tenía Cuba de “defenderse” – esto es: no dejar entrar a Karla – al igual que lo habría tenido la Unión Soviética a mitad del siglo pasado.
“Tenemos todo el derecho de defendernos, de legislar y aplicar las leyes (…) Tenemos todo el derecho a tipificar las conductas de quienes a conciencia trabajan como agentes de la política criminal de los Estados Unidos contra Cuba”, indicó González para luego decir:
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“El mismo derecho que habrán tenido Inglaterra o la Unión Soviética de juzgar y sancionar a un nacional que sirviera de vocero, bajo el ministerio de propaganda de Goebbels, a las políticas de la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial.”
“Y si quiere venir a Cuba, pues no le niego su derecho. Solo le advierto que en los tribunales le espera un merecido proceso, con apego a las leyes y como resultado de su conducta criminal, y un juicio abierto, público y transparente”, concluyó González con su amenaza.
¿Qué sucedió después? Que a no pocos partidarios del gobierno e incluso a gente no partidaria del gobierno, pero simpatizante con su gesta de espía – que sí, hay gente para todo en este mundo y gente fascinada con estos roles de Guerra Fría – se les cayó del closet el altar donde tenían puesto al “Santo” René.
No pocos partidarios del régimen cubano cuestionaron la legalidad de su sugerencia. Otros le reprendieron severamente por comparar el caso de Karla Pérez con el de un vocero de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial – ¿Goebbels? – y su publicación en Facebook se convirtió en un ring de boxeo donde él, Renecito, cogió los peores golpes.
Claro, también aparecieron allí algunos sietemesinos de cerebro a celebrar su belicosa posición; pero fueron los menos.
Ver a René vapuleado no es lo que se esperaban muchos. Le criticaron, no pocos “revolucionarios” que fuera allí, a la aldea virtual a decir lo que debió decir en otro lado pero… lo que la gente no sabía es que René habría tenido intenciones de publicar su texto en Cubadebate; al parecer Randy Alonso, en un ataque de honestidad se lo rechazó de plano. Fue entonces que el espía René González, que ya tenía el planfeto inquisidor escrito se fue para Facebook.
Algunos de sus fans le sugirieron a René González que Facebook no era el espacio idóneo donde ventilar sus ideas. En pleno siglo XXI, donde los espacios digitales se convierten cada vez más en tribunas y en fuente de noticias, todavía hay gente en Cuba con el cerebro atascado en el Buzón o el Libro de Quejas y Sugerencias de los años 70´.
René González se “justifica”
René González, horas después, intentó limpiar su imagen. Evidentemente, palos desde “más arriba” parecen haberlo obligado a ello.
Publicó en Facebook otro post, tan descolocado en el suelo como el primero, aquel que partía de una pifia garrafal y de la desinformación más absoluta. Querer escribir sobre determinado tema desde la ignorancia más supina, sin tener todas las cartas y variables de la ecuación en la mesa a la hora de escribir es un desatino total y no por gusto, a René lo aplastaron en su primera publicación. La segunda no iba a ser diferente.
Comenzó refiriéndose a “los enemigos” de manera escueta y despectiva. “Un placer,” les dijo, luego – ya dicho que Cubadebate no le había querido publicar el texto, lo cual suena a pataleta o reprimenda a Randy Alonso, no sé – comenzó a explicar las razones por las cuales creía que dejar entrar a Karla a Cuba, y juzgarla, era más pertinente que no dejarla entrar.
Otra vez el espía René escribía sin siquiera una mínima cuota del conocimiento de las leyes que tenía su hermano. Otra vez la ignorancia le pasó la cuenta, aunque en esta ocasión se distanció un tanto del discurso amenazador del primer post; del lenguaje de odio y machista, victimizante y en pleno deseo de venganza, contra una joven que muy probablemente – lo desconozco – en algún momento de su vida estudiantil abogó por su regreso al país. René, años después, le mordería la mano a Karla.
O tal vez no a ella, sino a cientos o miles de cubanos que salieron no pocas veces a la calle – obligados la mayoría, pero voluntarios algunos – a pedirle a las autoridades norteamericanas que lo dejaran regresar a Cuba.
Luego del “placer” dado a sus enemigos, otra vez el espía René González se subió en el caballo de la fama, ese en el que a menudo se suben algunos cuando adquieren cierta notoriedad por buenos o malos, y llamó “minoría intolerante al debate” . A quienes reprocharon su post y de paso, criticaron la decisión del MINREX, los recriminó como si él, y solo él, tuviese la razón. A otros, como al “influencer” que nadie ve, Carlos Alzugaray, los llamó “mayoría respetuosa y civilizada”.
“René, una vez más demostraste tu lealtad a nuestro justo proyecto y a nuestra Patria. Disentir y dar la opinión para superarnos es una muestra de lealtad”, señaló Alzugaray mientras se arrastraba por el suelo para buscar una media perdida.
El perro del castrismo le muerde la mano a René
René parece no haber entendido muchas cosas. El espía, que a su regreso a Cuba fue vitoreado de Oriente a Occidente, parece haber confundido popularidad y miedo al disenso con un espacio tan plural, democrático e informado como lo es Facebook.
Es cierto que “en la aldea” a cada rato surgen no pocos sin cerebro a debatir más con ofensas que con criterios, pero René evidentemente oyó campanas y nunca supo dónde era la misa.
Otra vez, como muchos, se ancló en la vieja teoría de “no dar armas al enemigo”; pero, ¿Karla Pérez es el enemigo?
Para nada. Si uno revisa el listado de gente que entró a Cuba y que bajo los argumentos que defiende René, no merecían entrar jamás, me vienen a la mente dos nombres: Eloy Gutiérrez Menoyo y Jimmy Carter.
No hablo ni de uno ni de otro. La historia y los libros están ahí para ser consultados, pero seguramente algunos viejos militantes de la vieja y anquilosada guardia petroriana de la fe a la que pertenece René, se les hizo un nudo en el cuello cuando vieron a su ídolo de la Sierra Maestra, lanzarle sonrisitas displicentes a un anciano Carter. No pocos de esos, en algún momento, se retorcieron el hígado tras ver al hermano menor de Fidel compartir asiento en el Latinoamericano con el poderoso presidente del norte, Barack Obama.
Esa mentalidad, a la cual parece pertenecer René, no es parte de la solución y sí del problema.
En honor a la verdad, lo mínimo que pudiera hacer René no es dejar de debatir en Facebook, sino dejar de creer que las barajas tienen un solo lado. Por lo pronto yo le recomendaría dejar de escuchar a Humberto López en el Noticiero, y dejar de leer a Raúl Antonio Capote en el Granma.
Un segundo paso, en pro de su iluminación y progreso sería escuchar los argumentos a favor de la joven que su madre, no sé, digo yo, estaría dispuesta a darle para destupirle a Renecito ese cerebro atascado de ideas evidentemente tóxicas con relación a una joven cubana que, luego de terminar sus estudios de periodismo en una Universidad de Costa Rica, apenas quiso una cosa: regresar a su país, junto a su padre, madre y hermana.
Si el espía René González no entiende eso, al menos eso, pues es señal de que su status de “influencer” merece ser revisado y rebajado de nivel.