Randy Alonso andaba la semana pasada “emping…” cuando llegó a casa y pudo desahogar su rabia. El motivo no era otro que este: Humberto López.
“Este país es una porquería,” le dijo Randy en respuesta a su esposa, cuando esta le echó en cara que Humberto había sido promovido al Comité Central del Partido tras cinco meses de “éxito” en la televisión cubana, mientras que él, que desde el 1999 anda inmerso en la Batalla de Ideas y saliendo en la TV 3 y 4 veces por semana, otra vez se quedó sin la parte del pastel.
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El “ni esta vez tampoco” pronunciado por ella pudo escucharse claramente a través de las ventanas y paredes del apartamento en el edificio en que vive tanto como se escuchó la “porquería” de Randy, quien luego al parecer se calmó, fue a la cama y se quedó dormido hasta el otro día, temprano, en que salió con el nasobuco puesto.
La anécdota, revelada por un vecino del edificio que casualmente pasaba por un pasillo que no le correspondía, equivocado, recuerda la vivida por Carlos Lage cuando, en lugar de ser promovido a un puesto de más alta jerarquía dentro del país cayó estrepitosamente del caballo por lo mismo: por la envidia.
Tanto Lage, como Randy, parecen pertenecer a esa categoría de seres envidiosos que creen merecer más premios que los que en verdad tienen. O tal vez no; tal vez solo está molesto porque otra vez lo dejaron fuera, o porque sabe que Humberto López es una bola de mierda que no merece el regalo recibido.
Pero en verdad, ¿qué se merece Randy Alonso? Nada. O no mucho más. Es la más pura verdad.
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Más se merecen los maestros, los biotecnólogos que trabajan en los candidatos vacunales y no pocos científicos; aniristas, ingenieros, médicos y otros cientos de trabajadores cubanos. Los internacionalistas… no pocos combatientes de aquí y de allá que se jugaron el pellejo a los tiros viven ahora en la más absoluta miseria abandonados por el gobierno que una vez los usó y los mandó a morir lejos de su patria, exportando Revoluciones y sacando diamantes (por ejemplo) de países como Angola; mientras que Randy Alonso, que lo más que ha tirado ha sido con una escopeta de perle en un campo de la SEPMI, vive bastante (y mucho) por encima de la media en el país, por más que se queje de que no alcanza embutidos o pasta de tomate en las tiendas de Miramar.
El éxito como medio de Cubadebate, ni siquiera fue idea suya, sino de Rosa Miriam Elizalde, más empapada en la tecnología que él, aunque sin dudas su dirección “suave” caló en todos aquellos que, como Michel Contreras – traído por Rosa Miriam – convirtieron poco a poco a Cubadebate en el medio cubano más seguido en la internet. En parte porque además incorporó un foro “bastante plural” donde los comentarios no eran tan censurados, como en el resto de los diarios digitales cubanos más velados por el censor ideológico de turno.
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Puede Randy Alonso, además, darse con una piedra en el pecho que, tras el divorcio de su primera esposa, pudo dejarle a esta un apartamento en el edificio de Fama y Aplausos, ese que está en Infanta y Manglar y que a menudo visita, con muebles y electrodomésticos dentro, y llorar para que le dieran otro apartamento, cosa que al final sucedió, en otro edificio habitado por varios dirigentes. Cualquier otro cubano se hubiese tenido que conformar con tener que irse y alquilarse en otro lugar, sabe Dios con qué dinero; o tener que aguantar como Jesús Cristo, en la cruz, X años, viviendo con su ex esposa bajo el mismo techo.
Si lo dejaron “fuera” es porque Randy Alonso al parecer nunca cogió las señas del desparpajo castrista que se avecina con esta “continuidad” u “ordenamiento”; o porque tal vez, “más honesto”, prefirió seguir en su Cubadebate y su Mesa Redonda, con su carrito, su gasolina y recursos ilimitados, y salvar así su pellejo y el cuello en la calle, aunque de vez en cuando sus rabietas se escuchen en los pasillos del edificio.
Redacción Cubanos por el Mundo
