Desde que la semana pasada el periodista de Tribuna de la Habana Raúl San Miguel metiera la pata hasta lo último con la publicación de un texto que desencadenó las más duras críticas por parte de miles de internautas en las redes sociales, a este hombre, que gusta parecer periodista, pero en realidad es un mediocre y frustrado escritorzuelo, no se le ha visto aparecer en el diario.
Tribuna quitó el texto de su portal digital, y desde entonces San Miguel no ha vuelto a escribir más nada.
¿Está de vacaciones? ¿Fue sancionado? Muchas son las preguntas que surgen a quiénes conocemos bien las interioridades de un diario dirigido por una funcionaria del Partido Comunista de Cuba, cuyo único interés es empujar loma arriba a su hijo a cómo de lugar a ver si algún día se gana un nombre dentro del panorama de la prensa en Cuba.
A Marta Jiménez Sánchez, que vive entre la vida y la muerte, y en el más absoluto miedo por no provocar la ira de sus vecinos en el Comité Central del Partido, debió dar paso a sus gestiones personales de darle más visibilidad a los metadiscursos culturales que escribe su hijo, para ver cómo podía lidiar con la metedura de pata del anormal de su subdirector, Raúl San Miguel.
San Miguel es el tipo más habla mierda del mundo. Si lo conoceré yo, que trabajé con el cinco años, pero a cada rato me lo tropezaba en un evento periodístico, y siempre estaba con la misma falta de carácter y juicio para valorar la realidad.
Puede parecer hasta peyorativo mi análisis pero esa es la realidad, y la realidad es que San Miguel es el Subdirector del Tribuna, pero está ahí no por sus méritos como periodista, que no tiene ninguno, sino porque no había nadie más a quién poner.
Vivió durante muchos años en un campo de Jaruco, en una casa mísera, porque no tuvo donde. En aquel lugar se escondió por años, mientras se le podía ver por ahí, durmiendo en terminales, en paradas de ómnibus, en La Coubre, siempre con un maletín pequeño con una toalla adentro, un cepillo y un tubo de pasta Perla.
Quienes estudiaron con él aseguran que era el peor alumno de su clase. Tan malo era, y tantas malas costumbres periodístico linguísticas arrastró desde la Universidad, que le dicen “El Rey de las Subordinadas”.
Eso sí, es del PCC. Y dentro del PCC “pasa” por cuestionárselo todo, pero de modo tan incoherente que todos terminan burlándose de él.
Es amigo, cúmbila, de Argudín, el que hace unos años atrás escribió el texto “Negro, ¿tú eres sueco?” que tanta rabia causó por su racismo. Argudín es otro que bien baila. Alcohólico a más no poder, es amigo de todos los del Minint, y por eso siempre pasa sus vacaciones en las Villas de Alojamiento que le dan a los policías, que se las dan forradas con todo dentro, y de las que Argudín no deja nada, pues se lleva hasta el nylon del cesto del baño, tras pasar por jabones y papel sanitario. Ya les contaré de Argudín un día de estos.
En cuanto a Rául San Miguel… ¿qué puedo contarles? Mucho.
Es el tipo más incoherente del mundo, el más muelero. Un hombre que es tan malo escribiendo, que las novelas que escribe nadie se las publica porque sencillamente no sabe escribir; que siempre tuvo envidia de Miguel Terry Valdespino, el dramaturgo de Caimito.
También hace poemas a lo Amado Nervo con el vocabulario que aprendió en Jaruco, donde vivió años pasando más trabajo que forro de catre viejo.
Raúl San Miguel el hombre que en días pasados escribió la basofia de “Ataque Mercenario a Museo de Bellas Artes”, tiene desde las calendas griegas cinco o seis novelas inéditas, muy a pesar suyo, pues él quiere publicarlas pero, están tan malas, que nadie se atreve a publicarle esas porquerías porque no solo no tienen mérito literario alguno, sino que ningún editor que se respete se va a quemar el cerebro corrigiéndole los errores gramáticales.
Por eso duerme, además de por lo mal escrita que está, y machista, y racista, su novela “Miedo a Perder”.
Raúl San Miguel ha presentado “Miedo a Perder” en todas las editoriales cubanas. La ha enviado hasta el concurso “Amigos de Mayajigua”, y nada. Ni gana concurso, ni se la publican.
“Miedo a perder” es una novela autobiográfica si se quiere. Es la historia de un cubano, que vive en Jaruco, de raza negra, que está enamorado de una mujer blanca, residente en Nuevo Vedado. Esta, en la novela, lo deja por una supuesta infidelidad, pero él durante todas las páginas del libro la pretende recuperar, en medio de constantes divagaciones sobre si hace bien o mal el trabajo de subdirector de un periódico. ¿Casualidades? No crean. Raúl San Miguel es “fan” a las blancas también.
El protagonista de la novela, cuyo nombre no recuerdo, no está en paz consigo mismo, porque no concibe que la blanca lo rechace, ya que él se considera un tipo honesto, talentoso, y de un miembro excesivamente largo. El personaje, se la pasa escribiendo poemas desde el baño, pero la mujer no acepta regresar.
Un buen día, al personaje, es decir a Raúl San Miguel, se le ocurre la idea genial de cambiar el lugar donde los escribe, pero cuando cambia su vocabulario también cambia… en fin, una tremenda porquería de novela que es el “Miedo a Perder” ese.
Raúl San Miguel ha intentado también vender sus libros en otros países; pero nada.
Tiene un poemario titulado “Fusiles hacia arriba”, con poemas de su juventud, todos medio patrióticos y cursis, que se lo han regresado de todos los lugares a donde los ha mandado.
Otro poemario se llama Lucrecia, que es el nombre de su actual mujer, la que dice él que es el amor de su vida, a pesar de que se la pasa tirándole “numeritos raros” a todas las jovencitas blancas que trabajan en el Tribuna.