Una mujer ya entrada en los 40´ de la cual desconocemos su identidad, le metió tremendo ajitón en días pasados en su perrísima cara al indeseable de Otto Rivero.
Según la fuente, esta se encontraba presente la pasada semana, cerca de Otto Rivero, quien vestía shot, pullóver y tennis, cuando una mujer se le acercó y a lo cortico lo cogió y le empezó a decir buldajá de cosas.
La mujer, según el cuento que le hizo su amiga que estaba a unos cinco metros de la escena, defendía “a su hija” y aunque parecía muy pausada le dijo una ristra de cosas al Otto, que primero se mostró estupefacto, casi apenado por la situación, y luego intentó justificar cualquier cosa que haya hecho, diciendo que “él respeta la opinión de cualquiera” y que “cualquiera tiene una opinión y puede expresarla”.
“La mujer le recriminaba fuertemente que él no tenía moral ni prestigio alguno, por lo que mi amiga intuyó que eso tenía algo que ver con algo que Otto Rivero dijo sobre alguien, aunque ella no pudo saber qué,” dijo la fuente vía chat a Cubanos por el Mundo.
Si bien desconocemos de qué se trataba y quién era la Doña, la verdad es que Otto Rivero se merece todo lo que le digan, porque según fuentes de entero crédito, verificadas con estudiantes que compartieron tiempo con él en la Escuela Vocacional “Ernesto Guevara” de la ciudad de Santa Clara, Otto Rivero, si bien era un tipo bonachón y alegre, gustaba de sentir el poderío varonil sobre las mujeres,
Su vida universitaria, en el primer año, transcurrió sin penas ni glorias, hasta que en el curso 1987-88, un grupo de estudiantes se puso de acuerdo para postularlo a presidente de la FEU.
Otto Rivero, en la Vocacional, no había ostentando ningún cargo de importancia dentro de la FEEM, pero la FEU, en la Universidad, era otra cosa. De Presidente en su Facultad, saltó para Presidente en la UCLV. De la UCLV saltó para la FEU Nacional, a la UJC, y luego al grupo cercano al Cenicero Andante.
Finalmente fue nombrado Jefe del grupo conocido como la Batalla de Ideas, el cual honró con una enorme corruptela a troche y moche, que incluía visitas a restaurantes en divisas como La Cecilia, El Tocororo, y otros, donde firmaba el cheque y lo pagaba con dinero que le daba el país para comprarle bombillos ahorradores a la gente.
Era tan defuacatao este personaje, que según los rumores que circularon a raíz de su destitución, solía llevar a esos restaurantes una jabita de nylon, en la que echaba las sobras de la comida, para llevársela a su casa.
Según Erisbel Fernández, uno de los camareros de El Tocororo, si en alguna de las mesas vecinas un turista dejaba un pedazo de carne – pollo o res – de cierta “importancia”, también Otto, con mucha discreción lo agarraba y lo echaba o en la jaba justific’andose que era “para los perros”. ¿A qué perros se refería?
Todo esto fue grabado por la Seguridad del Estado, y mostrado ante sus ojos el día que definitivamente, le cortaron las alas.
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