El escritor cubano Otilio Carvajal rememoraba el pasado 19 de febrero un suceso acontecido en el Hotel Nacional de Cuba y que reseña muy bien cómo por ser cubano, te tratan como un perro en las instalaciones turísticas.
Esto, que lo vivieron en carne propia miles de cubanos con mayor énfasis después del año 1990, ha sido un bochornoso suceso del cual el gobierno de la isla nunca ha dado una explicación convincente, mucho menos una disculpa pública.
Cuando en el año 2008 el gobernante cubano Raúl Castro decretaba el fin de la prohibición a los cubanos de hospedarse en un hotel, muchos se cuestionaron en ese momento ¿dónde se encontraba por escrito tal prohibición?
La respuesta era simple: en ningún lado.
La Constitución Cubana, ni las leyes cubanas tenían explícitamente recogido que los cubanos no podían hospedarse en los hoteles. Al contrario.
Sin embargo, en la realidad, imperaba el veto en cada hotel del país, supuestamente ordenado por Fidel Castro al Ministerio del Turismo y fuerzas del orden, que fueron quienes se encargaron durante años de expulsar, alejar y no permitir la entrada de miles de cubanos a los hoteles. Estos, desde la década final del Siglo XX, quedaron para disfrute exclusivo de turistas extranjeros.
Ni siquiera un turista extranjero podía compartir habitación con sus familiares cubanos; tampoco rentar una habitación para estos.
Lo cierto es que Otilio Carvajal no fue el único cubano que sufrió el desmán de verse expulsado de una instalación hotelera; aunque sí, ciertamente, el modo en que él, cubano, fue expulsado del Hotel Nacional, fue sencillamente escandalosa.
“Hoy se cumplen 25 años de aquel día horrible en el que fuimos expulsados del Hotel Nacional por ser cubanos de Cuba.”
Así encabezaba él su post en Facebook, donde dio cuenta que en el Hotel Nacional “solo permitieron que continuaran hospedados los poetas que eran cubanos residentes en otros países y un grupo de extranjeros.”
“Desde México habían hecho las reservas y ya estábamos en las habitaciones cuando llegó la orden de desalojo. Recuerdo la tristeza, la ira y la frustración en el rostro de todos,” dijo a continuación.
Según su relato, solo a la poeta Carilda Oliver Labra, residente en la provincia de Matanzas, ya anciana, y figura venerada de las letras en Cuba, se le permitió quedarse alojada en el Hotel Nacional.
“Los demás, de patitas en la calle,” dijo Otilio, y “etiquetó” a los escritores Liudmila Quincoses; Francis Sánchez e Ileana Álvarez González.
“Hoy lo celebro porque fue un día definitivo para mí,” resumió Otilio.
Precisamente Ileana y Francis, pareja de escritores cubanos residentes en Madrid, España, le comentaron justo debajo sobre este “extraño” y doloroso suceso, que ningún extranjero entendería, así se lo explicasen cientos de veces.
Francis recordó ese suceso acontecido en el Hotel Nacional y otros sucesos similares.
“Esa vez nos botaron del Nacional, cómo olvidarlo, a mí realmente me pareció “normal” porque esos sapos ya los veníamos tragando de toda la vida, como también para entonces ya mi decepción y encojonamiento estaba igualmente normalizado,” comenzó diciendo Francis.
“Agradecí entonces verme allí en esa anécdota, porque no había mejor forma de ilustrar a amigos extranjeros que traían cierto “encantamiento” con el mito socialista, ver su desconcierto, era la mejor clase posible de cuál era nuestra situación como “ciudadanos” de séptima categoría. El “Nacional” en ese nombre, tan absurdo como la palabra “República” en la denominación de un estado criminal,” añadió.
Y agregó:
“Pero también me botaron de playas de Cayo Coco reservadas para turistas de los hoteles (debíamos mantenernos sobre los dientes de perro de la zona del campismo), nos prohibían entrar a Cayo Coco (bajaban del auto a los nacionales para dejar pasar a los Turistas), no nos dejaban entrar a las “shopings” sin antes enseñar un dólar en la puerta (te acuerdas?)
Un día me deportaron de Varadero como si hubiera entrado en una zona minada de un país enemigo, no nos dejaban tener móviles ni una línea (tenía que sacarlo un yuma y prestárnoslo, recuerdas?) No podíamos comprar en las DIPLOTIENDAS, teníamos que pedir una CARTA a la policía política como la esclava Isaura para poder viajar, y otra carta del “misterio” de Cultura para poder importar una computadora (te acuerdas?)
“Un día el paystation de mi hijo fue decomisado en Aduana y llegué a mi casa con las manos vacías para ver impotente su llanto, pero la vez que más nos asustó ser expulsados casi nos cuesta la vida, la vez que Ileana intoxicada en el campismo de Cayo Coco fue llevada sin conocimiento por un camionero al hospital del Cayo y descubrimos a los pocos minutos que nos estaban echando de allí porque eran camas solos disponibles para turistas y tuvimos esa misma noche que lanzarnos a la calle y encontrar una botella de vuelta a nuestra casa, etcétera y etcétera.
“Después de todo eso, resumía Francys, que solo es una mínima parte… en fin, el MAL, hermano. Gracias por fijar esta anécdota en la memoria.
“Me acuerdo del martirologio de los condenados del Quinquenio Gris que nos contaban sus castigos de cargar cajas en bibliotecas municipales, disfrutando su condición de perdonados premios nacionales, y nos daba risa esa saga al lado de nuestras anécdotas a pie de calle soportando y sobreviviendo al totalitarismo invasor.
“Pero, la mejor rectificación en vida nos la dismos nosotros, con no dejarnos domesticar ni callar ni pedir ni recibir “perdón”. Que se cojan su red de calabozos en que han convertido esa construcción NACIONAL: unos muertos, otros exiliados y muertos o no, otros en ostracismos o diversos ismos, estamos cagándonos de risa, donde nunca nos pudieron quitar la libertad.”
Ileana por su parte, agregó:
“No se puede olvidar aquella humillación. Jamás lo olvidé, y también fue definitiva para mí. Aunque ya yo estaba clara, y “definida” desde bien pequeña, desde que a mi padre lo humillaban constantemente porque aún se relacionaba con su familia “gusana”, y recibía aquellas cartas con ribetes en rojo y azul; o cuando a mí, con apenas 10 años, me pararon un viernes en un acto político y delante de todos los niños, bajo las risas y griticos de esos niños, la Maestra dijo con desprecio que yo era la única mancha de aquella escuela porque asistía al catecismo de la Iglesia católica. Mi claridad vino como el látigo sobre el cuerpo de una niña, como sucedió con muchos otros. Sí, “prohibido olvidar”.
Y también habló Liudmila Quincoses, otra de las voces destacadas de la literatura cubana.
“Sí me acuerdo muy bien como nos preguntaron si éramos cubanos de Cuba, como la respuesta fue afirmativa no nos pudimos quedar (…)”.
Otra cubana, una internauta identificada como Cuba Bella agregó en un comentario.
“Pues yo estuve hospedada allí en el 95 y porque la reserva venía de Alemania, para un evento donde dos cubanas más y yo éramos las modelos y nos querían desalojar pero al final no pudieron porque era ” importante” para ellos.
“Muy triste que en tu propio país no podías ni alojarte en un hotel!!! También en el Habana Libre hubo pegas pero como convenía, nos permitieron quedarnos. Todo prohibido en aquellos años para el cubano. Muy triste realidad amigo mío!,” concluyó.
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