Una denuncia hecha por una cubanoamericana señala al Departamento de Seguridad Vial y Vehículos Motorizados de la Florida.
Su autora es Maybel Gallardo Rodriguez, quien reside hace veinte años en Estados Unidos, pero nunca habría visto una situación similar.
De acuerdo con su texto, muchos hispanos acuden hasta la oficina, localizada en la 18326 NW 7th Ave, en Miami Gardens.
Gallardo relata que estas personas llegaban “desorientados y confusos ante un idioma y unas regulaciones que a la mayoría les resultaban desconocidas.”
La joven acudió junto a su esposo, el pasado 2 de febrero de 2023, quien se sometería a un examen teórico para conducir.
“El lugar estaba atestado de personas, en su mayoría hispanas, en dos colas inmensas que miraban a la puerta de entrada”, relata Gallardo, quien comparó lo sucedido con un Vía Crucis.
Primera Estación: la “bienvenida” de un policía afroamericano mal educado y descortés
Apenas llegar a la oficina de Miami Gardens, justo en la puerta, se ve a una funcionaria y un policía afroamericanos, en amena conversación con otros dos afroamericanos.
Todos ellos ignoran por completo al resto de personas que no paraban de llegar, según la publicación de esta joven cubanoamericana.
No bastaron las palabras educadas de Gallardo para pedir indicaciones a nombre de su esposo, que no habla inglés.
Tuvo que insistir y, tras ser ignorada, a la tercera vez recibió una mala contesta, pues el policía la llamó “maleducada” y le dijo “que le estaba interrumpiendo la conversación con el señor”.
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El interlocutor del policía era una persona sin hogar, acompañado de otros que lo esperaban en la acera del frente fumando marihuana.
Todo esto ocurría mientras se acercaba la hora de la cita, bajo un cálido sol y escuchando la conversación del policía que parecía no tener fin.
El homeless dijo que se iba porque “parecía que yo tenía prisa”, agrega la denuncia y el policía, sin mirar a los ojos, hizo un gesto con su mano izquierda, para indicar el lugar donde ubicarse.
Segunda Estación: portera que vocifera y trata a los asistentes como un rebaño de cabras
Una señora afroamericana, a quien nuestra entrevistada describe como Plus Size, se comunicaba a base de gritos con los aspirantes a la licencia de conducir.
Ella pidió, en idioma inglés, que todos se organizaran por hora de cita. Lo peculiar de su proceder era que lo hacía vociferando.
“Sus maneras eran como si estuviera tratando con presidiarios listos para ser procesados, y no con personas que se iban a sacar o renovar una licencia de conducir; presidiarios, cabe destacar, que no hablan su lengua”, acotó Maybel.
Una persona latina, que estaba en la fila, ironizó: “¿Van a poner subtítulos?”, porque aquello no habría quien lo entendiera.
Entonces la “amable” portera habló un español “chamusqueado”, pero la gente seguía con miedo, y sin entender nada.
Maybel hizo de traductora y ayudó a la muchacha que estaba delante de la fila y a su esposo, de nacionalidad española, que quedó traumado por esta experiencia.
Tercera Estación: donde ves partir a tu esposo, y tú te quedas en el carro, como rezando.
Pese a tener solamente cuatro personas delante, aquel trámite parecía no tener fin y se extendió por espacio de dos horas o más.
El esposo de Maybel entró solo, sin entender una palabra de lo que le decían dentro de la oficina.
Luego de aprobar el examen teórico y someterse al tortuoso test de preguntas desde una computadora, volvió en auxilio de su mujer.
“Ven conmigo”, le rogó y ella se aventuró a entrar nuevamente, para asistirle en la ventanilla, en una cola que parecía más larga que la de afuera.
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“Otra vez tuve que traducir no solo para él, sino además a tres personas delante de nosotros”, añade la cubanoamericana en su extenso post.
“La expresión en los rostros de las personas, algunas de ellas mayores, allí esperando lo decía todo: temor, impotencia, incertidumbre, desconocimiento, etc. Es una lista interminable que me hizo sentir una inmensa pena por ellos y una tremenda rabia por el trato tan inhumano que nos estaban ofreciendo”
Cuarta Estación: donde tienes un Déjà Vu y recuerdas los maltratos en la Cuba comunista
Varias mujeres del mencionado Departamento de Seguridad Vial y Vehículos Motorizados de la Florida se pasaban el rato riéndose y conversando.
Según Maybel Gallardo, “reían entre ellas y hasta hacían bromas como si nadie estuviera esperando por ellas, a sabiendas de que muy pocos entendían lo que decían”.
La joven, que vivió hace dos décadas en la barriada habanera de Lawton, y emigró desde muy joven a Estados Unidos, confesó que esto le recordó a Cuba, específicamente su infancia y adolescencia, donde eran frecuentes las burlas y faltas de respeto extremas.
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“Incluso pude ver como se pasaban, unas a otras, los documentos de algunas personas allí esperando, como quien se pasa juguetonamente una pelota de basket”, lamentó.
Un adulto mayor, de probablemente 60 años, y de nacionalidad cubana fue víctima de estas funcionarias, que se rieron de él y Gallardo se dio cuenta.
Al menos una de las funcionarias resultó la honrosa excepción. Una mujer de origen haitiano, muy profesional, atendió a su esposo con amabilidad.
Quinta Estación: cuando la portera de nula empatía y mal carácter vuelve a vociferar
Llegaba el momento de pagar la licencia restringida, por lo que los dos esposos se acercaron a la ventanilla en cuestión.
Fue entonces que la funcionaria de la puerta, irrumpió nuevamente con “su mismo mal temperamento y falta de ética profesional, además de nula empatía” y le preguntó a la joven por qué estaba ahí.
“Le contesté que ´acompañando a mi esposo´ y en un arranque de ira me comenzó a gritar, incluso cuando intenté explicarle que yo estaba allí porque él no sabía el idioma: “¡TÚ NO PUEDES ESTAR AQUI!”, “¡ÉL NO ES UN BEBÉ!”, “¡ESPERA AFUERA, AFUERA!”
El esposo, de origen andaluz, no daba crédito a lo que estaba viendo y quedó petrificado ante aquella bochornosa escena.
La funcionaria afroamericana, de unos 28 o 30 años de edad, mostró actitud de superioridad en la ventanilla de cobro.
Sexta Estación: cuando sales, ¡por fin!, después de cuatro horas de maltrato y humillación
En comunicación con Cubanos por el Mundo, Maybel Gallardo Rodriguez precisó que encaró a la portera antes de irse.
“¿¡Has visto!?, ¡he vuelto!”, le dijo luego de pagar la licencia restringida y volver, una vez más, a otra cola, hasta finalmente salir.
Para la denunciante, es necesario que una persona, puertas adentro, auxilie o asesore a los ciudadanos de origen hispano que necesitan este servicio y no dominan el idioma inglés.

La barrera del idioma no debe ser motivo de discriminación
Esta denuncia, posiblemente, es la misma que han callado cientos de migrantes que acuden por estos días a oficinas de la licencia.
“La mayoría, si no todas las personas que estábamos en el lugar somos inmigrantes, muchos recién llegados y en un proceso de inserción en una nueva sociedad y un nuevo lenguaje. Ese servicio debería brindarse con una sensibilidad especial y un trato comprensivo a esas personas que se están enfrentando a una nueva lengua”
Para nuestra entrevistada, La barrera del idioma no debe ser motivo de discriminación, y mucho menos en una ciudad con el mayor porcentaje de población de origen hispano de todo Estados Unidos.
Según datos recogidos por ella para su publicación, en el Condado de Miami Dade el español es, desde 1993, la lengua oficial en la administración, siendo el idioma materno de casi el 70 % de sus habitantes, mientras el inglés representa solamente el 25 %.
Maybel pide a Cubanos por el Mundo hacer viral esta denuncia y que aquellas personas a las cuales las han sometido a este tipo de trato, que también se sumen a compartir.
“¡Digan NO al #maltratoinstitucional y a la #discriminación por el idioma!”, concluye en su post.
Redacción Cubanos por el Mundo