El pasado miércoles 4 de octubre, una joven cubana fue víctima de una “brutal agresión con amenaza de muerte”, junto a su hijo, a manos de su ex pareja, Roberto Valdés Mesa.
El agresor la esperó en el Centro Fray Bartolomé, en La Habana, la siguió hasta su hogar, intentó violarla, la golpeó violentamente y destruyó su propiedad. Sin embargo, esa sería apenas una parte del largo calvario que ha venido confrontando la joven, pues luego de presentar una denuncia en la 6ta Estación de Policía de Marianao esa misma noche, no solo su agresor Roberto Valdés Mesa sigue libre, sino que la PNR, los investigadores, hombres, comenzarían a hacer lo que se conoce como “revictimización”, que no es otra cosa que hacer sufrir otra vez a la víctima.
El sujeto, está aparentemente circulado por el Departamento de Búsqueda y Captura desde el jueves, pero la falta de acción policial es evidente y se encuentra LIBRE, por lo que la amenaza de muerte en contra de la joven está latente.
No es la primera vez que se denuncia la impunidad de los agresores, asesinos y victimarios y la complicidad con la que actúa la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Cuando se habla de “complicidad” no solo se refiere a la “inacción”, “demora” e incluso, sobreseimiento del caso. La complicidad abarca factores como: poner en duda la versión de la víctima, intentar cuestionarla por lo que hizo o dijo o la ropa que llevaba puesta; intentar rebajar el peligro a una “discusión normal entre marido y mujer”; sugerir que conversen y se arreglen. Eso también es complicidad.
La víctima fue identificada como Gisselle Ordoñez Milián, de acuerdo a una publicación de Marcos Paz Sablon.
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La persona que publicó la denuncia, compartió esta captura de pantalla. El diálogo ocurrió después de los hechos de violencia denunciados por ella. Se hace evidente no solo que el victimario acosa a su ex pareja, pese a lo sucedido, sino que no hace referencia a lo sucedido, cual si no hubiese sucedido nada; algo típico en los violentos, acosadores y agresores.
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La complicidad e inacción policial no solo se resume en lo que hizo o dijo la policía, sino también a los que no hicieron. Paz Sablón, quien acompañó a la joven a hacer la denunci, relata que la declaración de Gisselle no fue correctamente tomada por la PNR y se omitieron detalles de la agresión.
El lunes 9 de octubre, Gisselle y su acompañante se dirigieron a la Fiscalía Municipal de Marianao, donde, tras explicar el caso, fueron referidos al Fiscal de Menores, pues había un menor en peligro. ¿Y ella?
Sin embargo, la respuesta en menores fue desalentadora: se desestimó el peligro real hacia Gisselle y su hijo.
Peor aún: se le informó que el agresor aún no había sido detenido. Por ley, tras una denuncia de este tipo el agresor debe ser detenido en las 72 hrs. Gisselle había proveído datos, dirección donde vive el agresor, direcciones que frecuenta, números de teléfono, etc. Sin embargo, “curiosamente” la policía no lo había podido encontrar.
Horas más tarde, a pesar de las promesas de procesar el caso por abuso de género, Gisselle debió escuchar la propuesta del investigador del caso: ¡un careo con su agresor! Una práctica que ha sido desdeñada en cuanta sociedad avanzada en materia jurídica y contra la violencia de género. Básicamente le sugirieron que hiciera lo que ella, por temor, venía evitando: verse cara a cara con el hombre que la agredió, la intentó violar, destrozó los muebles de su casa y la amenazó de muerte a ella y su hijo. Gisselle se enfrentó a la negativa de realizar un careo inmediato con su agresor, quien ni siquiera acudió a la citación, pero a quien pudieron contactar por teléfono, para decirle que acudiera la Unidad. Gisselle se marchó y el agresor nunca vino. Hasta el día de hoy, 12 de octubre, el agresor sigue libre, y el expediente de Gisselle no ha llegado a la Fiscalía.
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El oficial Yander, hombre e instructor del caso – se ha adoptado en sociedades más avanzadas en materia de lucha contra la violencia de género que las víctimas mujeres sean entrevistadas por una investigadora, mujer – ante la insistencia y el temor por su vida reiterados por Gisselle, optó por la opción más fácil para no escucharla ni rendirle parte de sus gestiones: bloquear su número de teléfono.
Mientras la joven cubana y su hijo se encuentran en peligro, la pregunta persiste: ¿por qué el agresor sigue en libertad? ¿Por qué la víctima no cuenta con representación legal efectiva desde el principio?
Esta historia, harto repetida en Cuba, es otra señal de alarma ante la ola creciente de violencia y los casos de abuso hacia la mujer que muchas veces termina en femicidio. No pocas mujeres que han acudido a una Unidad Policial a reportar a su agresor han visto desestimadas sus alarmas y luego han terminado muertas.
Gisselle, por lo pronto, se ha refugiado con su hijo en casa de un amigo, a la espera que la PNR haga lo que Mariela Castro, el CENESEX, y el puesto a dedo Díaz-Canel dicen que ellos hacen ante casos así.
Redacción Cubanos por el Mundo
