Una cubana denunció en redes sociales los maltratos del dueño de un popular restaurante en La Habana, en contra de sus empleados.
La mujer identificada como Wendy Padilla, aseguró que fue empleada de Roberto Molina Hernández, quien es el propietario de la Cafetería Al Campestre, un hombre que, a su juicio, disfruta de humillar a la gente.
“Es tanta la ira que siento por dentro, tanta decepción, porque en el mundo existen personas como tú, Roberto Molina Hernández (…) eres una pésima persona, un pésimo jefe, un hombre insolente, humillante, falta de etiqueta profesional, déspota, vulgar y grosero (…) no sabes escuchar a tus trabajadores”, indicó Padilla.
En un texto publicado en su cuenta de Facebook sobre los maltratos de Molina, la cubana mencionó que, este hombre que hoy goza del éxito de su negocio, hace seis años la consideraba una persona imprescindible para su empresa, cuando esa estaba en sus cimientos.
“No sé si tú recuerdas que hace seis años, necesitaste muchísimas veces de mí para tu negocio, donde me conociste siendo mi cliente, pero parece que te ha dado amnesia y el dinero te ha llenado la mente, y el ego te ha subido tanto que no te has dado cuenta del maltrato que tienes diario con todos tus trabajadores, sin importar las horas que pasan ahí esforzándote, sacrificándose, a veces sin comer, ni almorzar, muchas veces sin ir al baño, tomando si acaso un vaso de agua rápido para estar pendiente de tus clientes”, agregó.
Padilla explicó que, esta vez, ella ha sido despedida de manera injustificada, bajo el pretexto de un supuesto problema con un cliente, del que no se le permitió defenderse.
La mujer, que es madre de un niño de ocho años, hizo la denuncia, pues, tras el despido, quedó vulnerada su estabilidad económica, y por ende la de su hijo.
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Otra mujer que compartió la denuncia, también aseguró que hace unos meses trabajó en el mismo lugar y dio fe de que el relato de Padilla sobre los maltratos es cierto, pues también fue víctima de las injusticias laborales de Molina.
“Me pasó lo mismo, fue muy grosero al yo no saber decirle qué tipo de vinos teníamos, ya que me puse nerviosa, pues sabía que él tenía ese carácter y me habían dicho lo incómodo que es él y en vez de darme una oportunidad, esa misma noche mando a su segundo a decirme que tenía unas vacaciones, que supuestamente me llamaban después, cuya llamada sabia que no iba a existir y no solo conmigo, a otros compañeros también tuvieron algunos percances y él los sacó sin poder uno dar una explicación”, añadió la antillana.
En tal sentido, esta situación demuestra que en la mal llamada revolución, no existen políticas en las que se proteja a los trabajadores de despidos improcedentes, que quedan sin indemnización.
Redacción de Cubanos por el Mundo
