En un pequeño barrio del municipio Playa, en La Habana, un cambio de sueños infantiles refleja las realidades de la crisis en Cuba. Un niño cubano, miembro de la Organización de Pioneros “José Martí“, OPJM, expresó recientemente su deseo de convertirse en biólogo marino, abandonando su anterior admiración por el presidente Miguel Díaz-Canel. Una admiración que, según su maestra, venía manifestando desde que estaba en segundo grado.
Hasta hace muy pocos, todos en el aula creían que el niño soñaba con seguir los pasos de Díaz-Canel, según había sido su deseo expreso en años anteriores cuando se le preguntó “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”.
Sin embargo, la persistente crisis económica y de alimentos que azota a Cuba ha cambiado su perspectiva. El niño, que antes veía en el bien llamado puesto a dedo un modelo a seguir, ahora asocia su liderazgo con las dificultades diarias que enfrenta su familia, incluyendo una dieta limitada a picadillo y perros calientes.
Según “Amalia”, su maestra, el niño dijo que ya no quería ser como Díaz-Canel porque “me tiene comiendo picadillo y perrito, perrito y picadillo”.
Este cambio no representa un caso aislado. Muchos jóvenes cubanos están ajustando sus sueños y aspiraciones en respuesta a la realidad de su entorno. La crisis en la isla ha provocado un reexamen de los ideales y expectativas, tanto en los niños como en los adultos.
Mientras los últimos tienen la posibilidad de decidir su futuro o qué hacer con él, o a quién imitar y parecerse, los más pequeños tienen que ajustar sus deseos a la voluntad de sus padres.
El caso de este niño en Playa es un microcosmos de un fenómeno más amplio en Cuba. Un fenómeno que, con matices, mueve los deseos de los más pequeños según la época que les tocó vivir.
“Amalia”, afirma que en su casa, sus padres siempre quisieron que ella fuese “doctora” o “ingeniera”, mientras que ella prefirió el magisterio.
Su hermano, que siempre quiso ser “diplomático” o “marino mercante” para darle una mejor vida a sus hijos, no pudo ser ni una cosa ni la otra, pero tuvo “la suerte” de que un italiano “mayor de edad”, con buena posición económica se enamorase de su hija.
“Amalia” afirma que esa relación fue mal vista en la familia por algunos, pero otros no.
“En un principio era como un estigma, que fuera jinetera; pero cuando se fue del país y comenzó a mantener desde fuera la economía de ambos hogares, pasó a ser “la niña mimada de todos”. La verdad que tener la posibilidad de irse del país continúa siendo a pesar de los años, una bendición para muchos. Muchos de estos niños del aula me lo dicen: “Maestra, yo quiero que me llegue el Parole”.
El deseo de ese niño, alumno suyo, y cuya identidad desconocemos, de ser ahora biólogo marino en detrimento de lo que hasta hace poco quería ser, simboliza perfectamente cómo los más menores perciben directamente los cambios relacionados con el mejoramiento de su entorno y el mundo.
En todo caso, cualquier cosa ¡menos ser como Díaz-Canel!
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