¡Señores, prepárense para una historia que parece sacada de un guión de comedia, pero que es pura realidad cubana! Este es, el último capítulo en la saga de desgracias de Alejandro Gil, el exministro de economía de Cuba.
Yo sé que Uds. van a pensar que es mentira, pero esto sucedió tal cual lo cuento.
Alejandro Gil, el exministro de economía de Cuba recientemente destituido, fue víctima el lunes de un robo singular en su vivienda, cuando un ladronzuelo aprovechando la oscuridad de la noche, le robó toda la ropa de su tendedera, en el patio.
Entre las prendas hurtadas, aseguró a Cubanos por el Mundo una amiga de la mujer de Gil, había hasta “un calzoncillo con hueco” pero que a Gil le encantaba.
La mujer dijo que a ella le robaron “un blumer que ni elástico tenía”, y “dos pitusas que estaban cerníos por detrás”, haciéndole creer a su amiga que las prendas robadas no tenían ningún valor; sin embargo, ellos hicieron la denuncia. Sí, esas prendas que incluso uno dudaría en dar a la caridad, ¡fueron el botín de un ladrón nocturno! A no ser que ella mintiese.
Más allá de que la suerte de Alejandro Gil parece estar más oscura que el café cubano, el hecho de que él que fuera un alto funcionario que manejaba las riendas de la economía cubana, y que ahora tenga que enfrentarse a la pérdida de sus prendas más… ¿íntimas?, no deja de ser jocoso.
La ironía de la situación es que ni Gil, ni los otros tres funcionario que viven en esa inmensa casa de 24 e/ 1ra y 3ra, parecen escapar de la ola de violencia y delitos que azota a Cuba. En días pasados asesinaron a un embajador en Santos Suárez, y ahora… ¿le roban a Alejandro Gil toda la ropa de la tendedera?
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Y mientras los policías investigaban, uno no puede evitar preguntarse: ¿Qué pensaría Gil en ese momento? ¿Reflexionaría sobre los giros inesperados de la vida? ¿O estaría más preocupado por recuperar su peculiar colección de ropa interior, pero no decirle a la policía que uno de los calzoncillos robados tenía un hueco?
Pero la historia no termina ahí. Al día siguiente, la escena en la casa de Gil era digna de una película. La policía, con todo su esplendor, estuvo metida en el lugar toda la mañana. Imagínense la escena: los vecinos curioseando, los chismes volando, y en medio de todo, un exministro despojado de sus prendas más humildes.
Este hombre, que alguna vez tuvo en sus manos el destino económico de la isla, ahora no puede ni siquiera asegurar la integridad de su ropa en el patio de su casa. ¿Será acaso un reflejo de cómo los poderosos pueden caer en desgracia? ¿O simplemente una muestra del ingenio popular cubano que no desaprovecha la oportunidad de desquitarse de la bota que lo oprime haciéndole el daño a un funcionario gubernamental? ¿Será que la mala suerte, o “osogbo”, como decimos en Cuba, se ha ensañado con Gil? O quizás es un recordatorio de que, sin importar quién seas, nadie está exento de los caprichos del destino.
No se puede negar que la vida tiene un sentido del humor peculiar, especialmente en Cuba, donde el drama y la comedia a menudo van de la mano; y lo cierto es que esta historia tiene todos los ingredientes de un buen chisme cubano: humor, drama, y un toque de surrealismo. Pero sucedió tal cual. Cualquier duda le pueden preguntar a Silvio Rodríguez, o a su hija Violeta, que viven por ahí mismito.
Gil, en su casa de Miramar, ha pasado de ser un nombre en los titulares por su cargo político a ser el protagonista de una anécdota que, estoy seguro, será recordada por mucho tiempo.
¿Qué será lo próximo para Alejandro Gil? ¿Habrá alguna lección oculta en este infortunio? Solo el tiempo lo dirá.