Había más agentes de la Seguridad del Estado en el sepelio de Juana Bacallao, que funcionarios del Ministerio de Cultura.
El sepelio de la icónica artista cubana Juana Bacallao se llevó a cabo marcado por una notable ausencia de figuras destacadas de la música y la cultura cubana, salvo la presencia de tres personalidades, entre ellas Alpidio Alonso, Ministro de Cultura, un hecho que está siendo resaltado por los internautas a partir de imágenes que se divulgaron.
Pocos asistentes al cementerio y un salón en la Funeraria de Calzada y K son, en estos instantes, comidilla y punto de convergencia entre los devotos de Juana que, no se explican cómo es posible que la muerte de tan icónica figura haya pasado desapercibida prácticamente en la realidad, cuando en las redes sociales los mensajes de dolor se sucedían uno tras otro.
Sin embargo, es justo señalar dos o tres detalles. Si bien es cierto que en la mañana de domingo habían muy pocas no, poquísimas personas en la funeraria y el Cementerio de Colón, el día antes, sábado, allí acudieron más personas, según dijo a una fuente uno de los familiares de la legendaria Juana.
No obstante, las imágenes que circularon, de lo visto el domingo, es lo que ha trascendido; y en esas imágenes no se aprecia, excepto quizás las figura de Alpidio Alonso, ningún rostro conocido. No estaba Raúl Torres, ni Israel Rojas, ni Arnaldo Rodríguez, ni Annie Garcés, ni Fidel Díaz, ni ninguno de los tantísimos artistas “comprometidos con la Revolución.” Al parecer no circuló la orientación de que asistieran y ellos no se movilizaron al llamado de la Patria.
Tampoco estaban Abel Prieto ni Luis Morlote. Fernando Rojas no se apareció ni por todo eso.
Como bien diría el periodista Siro Cuartel, “más gente babosa y mequetrefe había en el otorgamiento inmerecido del Premio Nacional de Periodismo José Martí a la habla ñinga de Arleen (Rodríguez Derivet), y en la lectura del libro, presuntamente de poemas, de la mujeranga de Abel Prieto”.
“Se fueron todos para la Feria del Libro, sin libros; o para el Festival de la Salsa, con los cuatro gatos de músicos descerebrados que les quedan, cuyo único interés es ver cómo hacen dinero, y ver si el exilio se aburre y se cansa de meterles el dedo y agarran un viajecito a buscar dólares,” concluyó su post Cuartel visiblemente molesto por la ausencia de funcionarios culturales y de personas en el sepelio de Juana.
En igual sentido se manifestó Yin Pedraz Ginori, quien se cuestionó “dónde coño estaba la gente”.
Otro que se molestó enormemente fue El Divo de Placetas.
También se asombró y se molestó Jorge de Mello, junto a otros cientos de personas vinculadas de un modo u otro a la cultura y la literatura.
De Mello, en una especie de epitafio tomó una mítica frase dicha por Juana tiempos atrás y dijo que, si Juana se enterase de la poca gente que fue a despedirla, sin dudas la repetiría:
“A mí la pinga, darling”
Para otros, sin embargo, el detalle que destacó no fue la no presencia de celebridades, sino la de miembros de la Seguridad del Estado.
El manejo discreto del fallecimiento de Bacallao y la información sobre dónde y cuándo se podía dar el último adiós a la artista contrastó con la intensa vigilancia desplegada tanto en la funeraria de Calzada y K, como en el cementerio, por la Seguridad del Estado.
Según fuentes, hubo una directiva “desde arriba” para que agentes de seguridad estuvieran presentes en la funeraria de Calzada y K, con el objetivo de controlar la situación en caso de que el sepelio atrajera a una gran multitud y se descontrolara, teniendo en cuenta que “la Embajada de EE.UU. está justo enfrente”.
En un contexto donde se teme que incluso un sepelio se convierta en una manifestación popular descontrolada, los agentes de seguridad estuvieron particularmente atentos a las personas que consideraban “raras”, especialmente a aquellas que estaban filmando con sus celulares.
Incluso, en un incidente ocurrido dentro de la funeraria, un joven que iba a leer unas palabras en el cementerio fue abordado por los agentes, quienes le solicitaron el texto para revisar lo que él iba a decir y le pidieron no solo que se identificara, sino que también le cuestionaron su relación con la víctima.
Con esta actitud compitió la periodista de Telesur e hija de un general cubano Fabiola López, enviada al lugar para reportar las exequias mortuorias.
Dada la escasa afluencia de personas en la mañana, López sacó del manual de manipulación aprendido e instruyó a los asistentes a posicionarse de cierta manera en el salón para crear la impresión de que había más gente de la que realmente asistió. Un “montaje escenográfico” que fue interpretado por parte de los dolientes y escasos asistentes como un intento de manipular la percepción pública del evento.
Este sepelio, lejos de ser un simple acto de despedida a una figura cultural, se ha convertido en un escenario donde la política, la seguridad del estado y los medios de comunicación han jugado un rol significativos, machista, racista y clasista; con algunas notables artistas, mujeres y negras cercanas al régimen, como Laritza Bacallao y Brenda Navarrete, obviando por completo en sus redes sociales hacer relación al hecho.
“A MI LA PINGA, DARLING”, diría – repito – desde el más allá, nuestra excelsa Juana Bacallao.
