La cultura en Camagüey vive momentos de convulsión y controversia con la llegada de Kenny Ortigas Guerrero a la Dirección Provincial de Cultura, un cambio que ha reavivado antiguas prácticas de nepotismo y favoritismos, conocidas localmente como “Tamirato”. Este término, que denota una continuación de las redes de influencia y poder dejadas por la antigua directora Tamira, parece ajustarse perfectamente al escenario actual que enfrenta el sector cultural de la región.
Recientemente, se anunció la destitución de la Directora de la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, señalada como la primera víctima significativa bajo la gestión de Ortigas Guerrero. Según informaciones, el nuevo director ha defendido su posición con un discurso que limita la intervención del Partido y el Gobierno en asuntos culturales, argumentando que “él es el Ministro de Cultura en Camagüey”.
El escenario es aún más turbio si consideramos los eventos del último año.
A finales de 2023, Tamira González Jiménez y Miguel Catalá Borges, figuras polémicas por su incapacidad y doble moral respectivamente, con el apoyo de las autoridades principales, orquestaron la salida de Yunielkis Naranjo Guerra como director del Centro Provincial del Libro y la Literatura.
Aunque muchos escritores lo consideraban un buen líder, su orientación ideológica comunista y su éxito en visibilizar al libro por encima de otras expresiones culturales fueron vistos como amenazas por el establecimiento.
Con Ortigas Guerrero al mando, la cultura en Camagüey parece encaminarse hacia un periodo de autoritarismo y descontrol, mientras se jacta de tener el respaldo incondicional de la Seguridad del Estado.
Su comportamiento ha sido descrito como volátil y caprichoso, incluso en situaciones administrativas rutinarias, como la contratación de Krupskaia Pereira Bordelois, a quien exigió se le asignara un puesto fijo inmediatamente, despreciando los procedimientos estándares.
Este tipo de liderazgo no solo ha generado caos y malestar entre los trabajadores del sector, sino que también ha provocado críticas sobre la falta de respeto a la legislación vigente y a la política cultural propiamente dicha. Las artes y la literatura en Camagüey, en vez de florecer, están sometidas a caprichos y escándalos que socavan la integridad y el propósito de la cultura.
Mientras, la situación de los ciudadanos comunes continúa deteriorándose. Mariela Pérez-Castro, una trabajadora de la Asociación Hermanos Saíz, vive en condiciones deplorables, enfrentando la indiferencia gubernamental y social mientras su hogar literalmente se desmorona sobre ella. Este tipo de testimonios destaca el abismo entre las promesas de la revolución y la realidad cotidiana de su gente.
Así, mientras Camagüey se cierne bajo la sombra de un “nuevo Tamirato”, los ciudadanos y artistas claman por un cambio real que devuelva la dignidad y el respeto a su rica herencia cultural. La situación actual es un claro reflejo de cómo la cultura puede ser manipulada y degradada por intereses personales, dejando a un lado las verdaderas necesidades y aspiraciones de una comunidad que merece mucho más.
