En la pequeña localidad de Tomeguín, situada en el municipio de Perico, en la provincia de Matanzas, Cuba, vive un hombre que ha capturado la atención de los habitantes locales por su habilidad única y sorprendente. Orlando Díaz Herrera, conocido como un curandero popular, ha desarrollado la capacidad de curar los empachos y eliminar parásitos de animales sin necesidad de tocar a las personas o a los animales. Esta habilidad, que él mismo describe como un “don natural”, lo ha convertido en una figura legendaria en su comunidad y más allá.
Los empachos, una dolencia digestiva comúnmente reconocida en la medicina popular de toda América Latina, han sido parte de las prácticas curativas tradicionales durante generaciones. Sin embargo, lo que distingue a Orlando es su capacidad para tratar esta condición de manera remota, utilizando solo el nombre de la persona afectada y su ubicación aproximada. “Tú puedes estar en La Habana y con el nombre tuyo te curo el empacho o la mala digestión”, asegura Orlando, quien también afirma que puede eliminar los parásitos de los animales simplemente sabiendo dónde se encuentran.
La práctica de curar empachos es una tradición profundamente arraigada en la cultura cubana, especialmente en las zonas rurales. Estas prácticas incluyen desde sobar el abdomen hasta la utilización de remedios caseros como el té de manzanilla o el agua tibia. Sin embargo, el enfoque de Orlando va más allá de los métodos convencionales, y su habilidad de curar a distancia ha generado tanto asombro como escepticismo.
Orlando relata historias que refuerzan su reputación como curandero. En una ocasión, mientras estaba en un hospital donde su hijo estaba ingresado, fue testigo de una niña que no podía retener alimento alguno y estaba a punto de ser trasladada a otra institución. Desde la puerta del cubículo donde estaba la niña, Orlando realizó su tratamiento sin tocarla, solo pidiendo a su esposa que le diera a la niña tres tragos de agua. Al día siguiente, la niña fue dada de alta.
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Este tipo de relatos, aunque difíciles de comprobar científicamente, son comunes en las comunidades que dependen de la medicina popular. Los pobladores de Tomeguín confían en Orlando y lo buscan en momentos de necesidad, ya sea para curar un empacho, un malestar digestivo o para librar a sus animales de parásitos.
A pesar de su habilidad para curar a los demás, Orlando asegura que él nunca ha sufrido un empacho. Con una mezcla de humor y humildad, dice: “Yo jamás en la vida, porque bueno si yo soy el médico…no… yo no me empacho y eso que como hasta piedras”. Esta declaración no solo refuerza su mística, sino que también subraya la confianza que tiene en su don.
Orlando Díaz Herrera se ha convertido en un personaje emblemático de su comunidad, un testimonio vivo de las tradiciones de la medicina popular cubana que, en su caso, han tomado un giro inusual y fascinante. Su historia es un recordatorio de la riqueza cultural de las prácticas curativas tradicionales y de cómo, en algunos casos, estas prácticas pueden trascender lo explicable.
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