En un mundo mediático dominado por el clic fácil y el sensacionalismo, las voces como la de Daymé Arocena, quedan silenciadas por lo fatuo.
En el panorama mediático actual, en el que la sobreexposición de las redes sociales y el entretenimiento vacío ganan terreno, no sorprende que los medios cubanos enfocados en la diáspora den más importancia a la llegada de la influencer Flor de Caca a Miami que a la reciente denuncia hecha por la talentosa cantante Daymé Arocena. El fenómeno es sintomático de cómo las noticias, que podrían generar reflexiones profundas sobre la realidad cultural cubana, son desplazadas por el “circo mediático”, enfocado en figuras superficiales que generan tráfico, clics y, por supuesto, dinero.
En tan solo una semana, han aparecido al menos seis noticias en diferentes medios enfocados en Cuba, tres de ellas en Cibercuba Noticias, sobre la llegada de Flor de caca a Miami. Este personaje, autopretendida e impuesta como “influencer”, ha acaparado titulares y ha sido el centro de debates más por sus excentricidades y ocurrencias que por cualquier aportación real al discurso cultural o social. ¿Qué la convierte en noticia de alto impacto? Su capacidad de generar controversia en redes sociales y, al parecer, la habilidad de captar la atención de un público que, en palabras de muchos críticos, está cada vez más enajenado y desconectado de la realidad.
La pregunta inevitable es: ¿cómo puede una figura como Flor de Caca, que no tiene un historial significativo de logros culturales o sociales, ocupar tanto espacio en los medios? La respuesta está en la lógica de la rentabilidad. Los medios, en su búsqueda de mayor tráfico y de contenido “viral”, optan por priorizar a personajes que garantizan la atención del público, incluso si eso significa sacrificar la calidad o profundidad de las noticias que cubren. En este caso, Flor de Caca es el ejemplo perfecto de cómo el sensacionalismo se impone en la agenda mediática.
La denuncia de Daymé Arocena
En contraste, la denuncia de Daymé Arocena, una de las voces más reconocidas de la música cubana contemporánea, ha recibido mucho menos atención.
Daymé, nominada recientemente a los Latin Grammy en la categoría de Canción del Año por su colaboración en “A fuego lento”, utilizó este reconocimiento para señalar las profundas carencias del sistema cultural cubano. En sus declaraciones recogidas por Cibercuba, la artista subrayó que nunca fue apoyada en su país, ni reconocida por los premios nacionales, como los Lucas o Cubadisco, a pesar de su indudable talento.
La cantante expresó su frustración ante la falta de apoyo a los artistas en Cuba y cómo, a pesar de su éxito internacional, siempre sintió que las puertas del reconocimiento estaban cerradas para ella dentro de su país.
“En Cuba yo nunca tuve ni un Lucas, ni un Cubadisco, nada”, declaró en un video en su cuenta de Instagram, donde tiene 38 mil 400 seguidores; una cifra ridícula en comparación con los cientos de miles que tiene la supuesta influencer.
Su testimonio revela una realidad que viven muchos artistas cubanos, quienes, a pesar de su talento, se ven marginados por un sistema que prioriza la “excelencia” bajo criterios cuestionables, y que ignora o limita a aquellos que no encajan en la narrativa oficial.
Luego – o antes, no importa – se burló de todo el racismo institucionalizado en Cuba a través de los funcionarios blancos, machistas, racistas, gordofóbicos y elitistas que pululan en el Ministerio de Cultura al exponer este mensaje:
Con ello hacía alusión al “dibujo homenaje” que le hiciera el pintor más lamebotas del castrismo entre todos los pintores cubanos, Nelson Domínguez, quien en un deleznable acto de racismo y machismo, dibujó a Daymé en el cuerpo de un aura tiñosa, en enero de este año en una exposición con motivo del Festival Jazz Plaza.
La “obra” que fue criticada hasta la saciedad, no fue quitada de la exposición, en lo que sin dudas constituyó un claro espaldarazo dado por Cultura en contra de una artista que le es incómoda al Ministro boxeador Alpidio Alonso y a sus secuaces; acólitos todos de un poder superior que maneja los hilos de ellos, todos titeres.
El negocio detrás del circo
¿Por qué entonces los medios cubanos, especialmente aquellos dirigidos a la diáspora, prefieren hablar de Flor de Caca y no de Daymé Arocena? La respuesta no es compleja: Flor de Caca vende más.
Los algoritmos de las plataformas sociales favorecen el contenido que genera interacciones rápidas y superficiales. Las historias de “influencers” como Flor de Caca son fácilmente compartibles, generan memes, comentarios, y aseguran un flujo constante de tráfico hacia las páginas de los medios que las cubren. En cambio, las denuncias como las de Daymé, que exigen un análisis más profundo y reflexión sobre las condiciones culturales y políticas de Cuba, no generan el mismo tipo de respuesta viral.
Es un reflejo de lo que durante décadas la dictadura cubana ha inculcado en el pueblo: pan y circo. Mientras los problemas estructurales del país quedan en segundo plano, el entretenimiento superficial distrae a la población de los verdaderos problemas. Los medios que cubren temas cubanos en el exterior, aunque con otra agenda, siguen la misma lógica: ofrecer al público el “circo” que demanda, sin desafiar siempre a fondo la visión del mundo que les rodea.
Permítaseme una reflexión final, y es esta: la cobertura desproporcionada de la llegada de Flor de Caca a Miami en comparación con la denuncia de Daymé Arocena es un síntoma de una crisis mayor en los medios y en la sociedad.
Mientras que figuras como Daymé luchan por abrirse paso en un mundo lleno de obstáculos, otros, como Flor de Caca, son elevados a la categoría de “influencers” sin mayor mérito que el de generar polémica y entretenimiento fácil. Los medios tienen una responsabilidad en este fenómeno, pero también lo tiene el público, que consume y demanda este tipo de contenido.
Al final del día, en un mundo mediático dominado por el clic fácil y el sensacionalismo, las voces que deberían ser escuchadas, como la de Daymé Arocena, quedan silenciadas por el ruido del entretenimiento vacío.
De cómo Flor de Caca, con visa de turismo, supuestamenta va a trabajar en Miami y cobrar gracias a un “contrato millonario”, les hablaré otro día.
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