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Supuestos opositores critican desde el exilio a José Daniel Ferrer tras declaraciones a El Mundo

Un post en redes sociales de Enrique Guzmán Karell, donde compartió el titular de la noticia y lo encabezó con una palabra: “Tremendo”, desencadenó un debate polarizado. Internautas como Lissett Govín Murdoch y Raúl Rojas Leiva sugirieron que Ferrer pudo haberse negado a salir de la cárcel si realmente no estaba de acuerdo con los términos de su excarcelación

La reciente liberación de José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), tras más de tres años en prisión, ha generado una intensa polémica no solo entre los simpatizantes y detractores del régimen, sino también dentro del propio ámbito opositor cubano.

Lo que podría haberse convertido en un símbolo de unidad para la lucha por los derechos humanos ha derivado en un torrente de críticas hacia Ferrer, muchas de ellas provenientes de figuras que podría decirse coquetean con la disidencia, aunque de modo general lucen, en muchas ocasiones, críticos hacia ella.

En su primera entrevista con el diario El Mundo, Ferrer expresó su “vergüenza ajena” por el manejo del acuerdo entre el régimen cubano, el Vaticano y la administración de Joe Biden, que resultó en la excarcelación de presos políticos, incluido él mismo.

Según Ferrer, el acuerdo se presenta como una victoria propagandística para La Habana, una percepción que no dejó de provocar reacciones encontradas. Aunque dejó clara su alegría por la excarcelación de otros presos, sus declaraciones fueron sacadas de contexto por algunos críticos que cuestionaron su coherencia y hasta su intención.

Un post en redes sociales de Enrique Guzmán Karell, donde compartió el titular de la noticia y lo encabezó con una palabra: “Tremendo”, desencadenó un debate polarizado. Internautas como Lissett Govín Murdoch y Raúl Rojas Leiva sugirieron que Ferrer pudo haberse negado a salir de la cárcel si realmente no estaba de acuerdo con los términos de su excarcelación, comentarios que, además de ignorar las complejidades del caso, minimizaron las condiciones de tortura y aislamiento que vivió durante su tiempo en prisión. En el mismo sentido opinó la figura de Roberto Veiga.

Este tipo de críticas vistas en los comentarios, estuvieron cargadas de desinformación en un primer momento, hasta que la internauta Yeye Hernández Molina apareció y pegó el texto completo de las declaraciones de Ferrer. A esta contextualización de lo dicho por José Daniel Ferrer reacción Guzmán Karell editando su post.

Reacciones más “reflexivas” fueron vistas en otros perfiles, como el de Mabel Cuesta. La profesora universitaria subrayó la importancia de valorar los logros parciales en la liberación de presos, destacando que cada excarcelación representa una esperanza para familias y comunidades enteras.

Aunque su visión contrasta con los ataques de otros usuarios, que han optado por deslegitimar la posición de Ferrer con argumentos simplistas e incluso ofensivos, sin embargo, hay elementos que merecen un análisis crítico tanto en su contenido como en el enfoque moral que adopta.

Aunque hay puntos fuertes del texto tales como la humanización del problema, el reconocimiento de las realidades cubanas y crea un intento de balance en su crítica y mostrar una postura conciliadora, hay un subtexto de superioridad moral que se percibe al descalificar como “cínico” a quienes cuestionan los términos de las liberaciones. Esta actitud puede ser contraproducente, ya que genera una brecha entre quienes comparten el mismo objetivo de lucha por la libertad, pero tienen enfoques diferentes.

Al decir que es “mejor decir que Biden es comunista” o negar cualquier efectividad del gesto, la autora reduce las críticas legítimas hacia el proceso a un terreno caricaturesco. Esto puede interpretarse como una estrategia para descalificar a los críticos en lugar de abordar los puntos que plantean. Por otro lado, no examina con suficiente detalle las implicaciones políticas de estas acciones. Por ejemplo, no aborda cómo el régimen utiliza estas excarcelaciones como propaganda o como moneda de cambio para mejorar su imagen internacional.

Si bien el tono emotivo puede conectar con la audiencia, también puede ser percibido como manipulador. La insistencia en que se debe valorar el “mínimo” gesto del gobierno de Biden y el Vaticano puede interpretarse como una presión moral para aceptar estas excarcelaciones sin cuestionamientos.

La también escritora aporta una perspectiva válida al subrayar el valor humano de las liberaciones, pero su enfoque peca de simplificar las críticas legítimas al proceso. La lucha por la libertad en Cuba es un tema complejo que exige un análisis más allá de la moralidad o la emotividad, especialmente cuando se trata de evaluar acuerdos políticos que tienen consecuencias profundas en la narrativa del régimen.

Mientras que el texto invita a valorar los logros, también muestra una resistencia a aceptar el debate crítico, algo esencial en cualquier lucha democrática. La verdadera unidad en la oposición no vendrá de imponer una visión moral, sino de permitir una diversidad de voces y enfoques en el camino hacia la libertad.

Por su parte, más crítico hacia Guzmán Karell parece ser Oscar Grandío Moráguez. Este ex colega de estudios de Guzmán Karell, con quien en algún que otro momento ha tenido sus encontronazos cibernéticos, denunció el cinismo de quienes han atacado a Ferrer apenas horas después de su salida de prisión, señalando que la mayoría de estos críticos lo hacen desde la comodidad del extranjero, lejos de los riesgos que enfrentan los activistas en la isla. Esta desconexión entre quienes luchan en el terreno y quienes opinan desde fuera ha reflejado durante años una fractura preocupante dentro del movimiento opositor.

En el post de Grandío, surgieron comentarios como estos:

Los ataques internos minan la credibilidad

Mientras Ferrer aboga por continuar la lucha desde una posición de compromiso absoluto con los derechos humanos, los ataques internos no solo minan su credibilidad, sino que también fortalecen al régimen, que se beneficia de la desunión de sus detractores.

Esta controversia pone de manifiesto un problema mayor: la tendencia a deslegitimar a líderes opositores bajo el pretexto de exigirles coherencia absoluta, olvidando que la lucha contra una dictadura de más de seis décadas no es lineal ni sencilla. En un momento crucial para el futuro de Cuba, resulta imperativo que el debate entre opositores se guíe por la empatía y el respeto, evitando que las diferencias se conviertan en armas para perpetuar la desunión y la desesperanza colectiva.

No es esta la primera ocasión en que las publicaciones de figuras como Enrique Guzmán Karell, se presentan como testigos escritos de una fractura preocupante dentro de la oposición. En otros momentos hemos visto que las palabras de Mabel Cuesta y Enrique Guzmán Karell, escritas, según algunos, desde un pedestal intelectual, cuestionan las declaraciones de otros menos avispados o agudos en sus reflexiones, sugiriéndose así incoherencias en las posturas de estos últimos. A menudo, más que las de Cuesta, las reflexiones de Guzmán Karell evidencian una desconexión con las dinámicas de poder autoritario que imperan en Cuba.

Además de Oscar Grandío Moráguez, voces como las de Salomé García Bacallao, José Luis Tan Estrada, Inés Casals, y la activista Lara Crofs han salido en defensa de Ferrer.

Salomé, una activista crítica y con un historial de enfrentamiento directo al régimen cubano, ha señalado que las críticas hacia Ferrer desde el exilio son una estrategia divisiva que solo beneficia al régimen.

Un análisis más profundo de la situación nos lleva de vuelta al 2024 y pone de manifiesto un fenómeno recurrente en figuras, como Cuesta y Guzmán Karell. El analista Jorge de Armas, a mediados de ese año, declaró abiertamente que ambos pertenecen a lo que él denominó “policías de la moral”. Según de Armas, hay ciertos sectores del exilio cubano que se autoproclaman guardianes del civismo y la corrección, adoptando un tono que divide y margina a quienes no se alinean con su narrativa.

De Armas describió a estos actores como promotores de un discurso polarizador y excluyente, basado en un sujeto omitido que busca evitar confrontaciones directas, pero que termina siendo una expresión de cobardía discursiva.

La crítica principal hacia estos “policías de la moral” radica en su tendencia a asumir una posición de superioridad, dictando cómo debe comportarse el resto de la oposición y deslegitimando a quienes luchan dentro de la isla. Esta actitud no solo fragmenta a los opositores, sino que también alimenta la narrativa del régimen, que se beneficia enormemente de las divisiones internas en el exilio, pues en ocasiones sus declaraciones no se alinean con una supuesta racionalidad política y pluralidad de criterios que ellos defienden.

El tono condescendiente que a menudo utilizan y su insistencia en dictar qué es lo correcto no solo generan en ocasiones rechazo, sino que también evidencian la desconexión entre el discurso que enarbolan y las realidades de quienes enfrentan directamente la represión en Cuba.

Narrativas que ha usado Guzmán Karell en ocasiones, como el “si quieres cambiar las cosas en Cuba vete para allá”, promovida por algunos sectores del exilio y del oficialismo dentro de Cuba, y a la cual se adhirió en su momento Mabel Cuesta, es irresponsable y violenta, ya que minimiza los riesgos que implica la lucha dentro de la isla. En un momento crítico para la causa democrática cubana, estas divisiones internas no hacen más que fortalecer al régimen.

La reconstrucción del tejido social y político de Cuba requiere unidad, pero no una unidad forzada por la moralidad elitista, sino una basada en el respeto mutuo y el reconocimiento de la diversidad de estrategias y posturas dentro de la oposición. De lo contrario, como han advertido críticos como Jorge de Armas, la oposición seguirá atrapada en su propio fango divisorio, perdiendo de vista el verdadero objetivo: la libertad de Cuba.

Redacción CPEM

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