En un espectáculo televisivo que podría haber salido del guion de una distopía orwelliana, el régimen cubano, a través de su vocero estrella Humberto López y la coronel Daniset González, dejó claro ante las cámaras lo que muchos ya sabían: en Cuba, la ley se aplica a conveniencia del poder, sin espacio para los derechos fundamentales ni garantías para sus ciudadanos.
Durante el programa Hacemos Cuba, López no tuvo reparos en preguntar abiertamente si era cierto que algunos ciudadanos convocados a las llamadas “Reuniones con la Delincuencia” no regresaron a sus casas tras asistir. La coronel González, sin pestañear, confirmó: “Sí, es correcto. Y es legal”. Así, con un cinismo digno de manual, dejó claro que ser proclive a cometer delitos basta para ser privado de libertad en la Isla.
Detenciones preventivas y el espejismo legal
Estas “reuniones”, celebradas en todo el país durante el reciente Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento, fueron el escenario perfecto para redadas masivas donde, según las propias palabras de González, la Policía se enfocó en “personas de interés” con “conductas desajustadas” o en libertad condicional. En pocas palabras, cualquiera que, a criterio del régimen, represente una amenaza potencial. Es decir, no hace falta que se cometa un delito; basta con que alguien crea que podrías hacerlo.
González, en su esfuerzo por justificar lo injustificable, afirmó que los arrestos se realizaron basándose en “informaciones” sobre supuestas indisciplinas que podrían derivar en problemas mayores. Sin embargo, en ningún momento aportó cifras concretas ni evidencia que respalde esas afirmaciones.
El control total como meta
La coronel fue más allá al detallar que estas medidas forman parte de un plan para ejercer más “influencia y control” sobre los ciudadanos que no cumplen con los estándares del régimen. Para ello, alegó que previamente hubo intentos de “reeducación” junto a la familia, la comunidad y los “factores”, un término tan vago como el mismo concepto de justicia en la Isla.
Humberto López, en su acostumbrado tono sarcástico, incluso bromeó sobre el desplazamiento de la delincuencia hacia otros municipios cuando aumenta el patrullaje. “¿Avisamos a los delincuentes para que se corran para otro lugar? Es transparencia y prevención”, dijo, dejando entrever la frivolidad con la que el régimen maneja asuntos tan graves.
El espectáculo del poder
El programa, que contó también con la presencia del ministro de Finanzas y Precios, Vladimir Regueiro, fue una muestra descarada del autoritarismo cubano. Mientras Regueiro celebraba la recaudación de 92 millones de pesos en multas y decomisos en solo seis días, López remataba con una frase que resume la esencia del régimen: “No nos puede temblar la mano. Que venga el castigo y que venga la sanción”.
Esta declaración pública, transmitida en la televisión estatal, no deja lugar a dudas: en Cuba, el Estado se reserva el derecho de arrestar y reprimir a quien quiera, cuando quiera, bajo el paraguas de un sistema legal diseñado para proteger a los poderosos y oprimir al pueblo. Una dictadura en toda regla que, al menos esta vez, tuvo la honestidad de admitirlo ante el mundo.
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Redacción Cubanos por el Mundo
