El canciller cubano, Bruno Rodríguez, salió a la palestra para condenar lo que califica como una “práctica inaceptable”: la deportación de migrantes en Estados Unidos.
En un post publicado en su cuenta en X, el diplomático cubano denunció el carácter “violento” e “indiscriminado” de estas deportaciones, que, según él, violan los derechos humanos más elementales. Pero, ¿qué hay de los desterrados por su propio régimen?
La ironía de estas declaraciones es tan espesa que se puede cortar con un machete. Mientras Rodríguez lanza acusaciones contra Washington, en su propio país, el régimen cubano ha convertido la deportación en una política de Estado contra sus propios ciudadanos. No se trata de migrantes ilegales en busca de un futuro mejor, sino de cubanos con pleno derecho a vivir en su tierra, a quienes el régimen les niega el retorno o los expulsa de la isla sin miramientos.
Expulsiones sin fronteras: el doble rasero del régimen
Para Cuba, “deportación” es una palabra fea cuando la usa otro país, pero si el propio régimen la aplica, se convierte en una “medida de seguridad nacional”. Los ejemplos abundan: Carlos Manuel Álvarez Rodríguez, periodista y escritor, Anamely Ramos, curadora de arte y activista, Omara Ruiz Urquiola, Hamlet Lavastida, Katherine Bisquet, y una larga lista de artistas, opositores, activistas y periodistas independientes que han sido expulsados de Cuba o se les ha negado la entrada a su propio país.
Lo más cínico de todo es que estas deportaciones no ocurren en un contexto de crisis migratoria ni de políticas fronterizas, sino que responden a la intolerancia del régimen hacia el pensamiento crítico. Si cuestionas al régimen, si denuncias su corrupción, si te atreves a disentir, tu castigo es el destierro.
Bruno Rodríguez: el rey del descaro diplomático
Que el canciller cubano se rasgue las vestiduras por los migrantes deportados de Estados Unidos mientras la dictadura expulsa a sus propios ciudadanos es el colmo del cinismo. Lo que es “inaceptable” en EE.UU. es la norma en Cuba. Mientras tanto, los desterrados cubanos siguen vagando por el mundo, sin el derecho básico de volver a la isla que los vio nacer.
Si de verdad le importaran los derechos humanos, el canciller Rodríguez debería empezar por casa. Pero claro, en Cuba, la hipocresía gubernamental es parte del ADN del sistema.
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Redacción Cubanos por el Mundo
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