Después de meses cerrada, la icónica heladería Coppelia de La Habana reabrió sus puertas, y como si fuera el acontecimiento del siglo, los voceros del oficialismo corrieron a darse su ración de helado subvencionado. Entre ellos, no podía faltar Francisco Rodríguez Cruz, alias Paquito el de Cuba, ese bloguero comunista que no deja pasar una oportunidad para demostrar su amor incondicional por la revolución… siempre y cuando le caigan algunas migajas en el proceso.
Ahora, los cubanos pueden disfrutar de una bola de helado por la módica suma de 30 a 40 pesos, nos dice 14ymedio, un precio completamente accesible para cualquiera que no tenga que elegir entre comer o pagar la electricidad. Eso sí, con la benevolencia que caracteriza al establecimiento, cada cliente puede darse el lujo de consumir hasta dos especialidades, siempre y cuando no se agoten antes de que llegue su turno.
Pero volvamos a Paquito, el protagonista secundario de esta tragicomedia. Este ferviente defensor del régimen, famoso por su inquebrantable lealtad a la cúpula gobernante, no perdió la oportunidad de dejarse ver en Coppelia, dejando claro que la nomenklatura tiene su cuota de privilegios incluso cuando se trata de un simple helado. ¿Quién dijo crisis? ¡Aquí hay bolas para todos! Bueno… para todos los que tengan para pagarlas.
Y no fue a tomarse un barquillito tímido, no señor. Paquito se pidió tres bolas de helado: chocolate, vainilla, fresa y… una malta, porque claro, había que ponerle un toque de originalidad al derroche haciéndose una especie de vaca negra.
Como buen influencer de la propaganda oficialista, título que le sirvió para ascender al puesto de Vicepresidente de la UPEC, Paquito sacó su teléfono –posiblemente con saldo cortesía de algún “gusano”– y se hizo un selfie con su copa bien servida. En la imagen, mostró todos sus dientes encaramillados y amarillosos por el sarro, amén de las cuatro muelas que le faltan. Porque si bien la revolución le da helado, lo de la higiene dental parece que no está incluido en la canasta básica.
Lo interesante de este personaje no es solo su pasión por el helado, sino su curiosa manera de manejar sus necesidades financieras. A pesar de ser un abanderado del socialismo y un enemigo declarado del capitalismo, no ha dudado en pedir recargas telefónicas a amigos en Miami, esos mismos a los que despectivamente llama gusanos. Un par de gigas cortesía del “imperio” nunca están de más cuando se trata de seguir defendiendo la revolución en Twitter.
Su cercanía con la cúpula del poder en Cuba también ha sido documentada con imágenes y declaraciones de sus amistades en las altas esferas. Mariela Castro, Lis Cuesta, y otros miembros de la élite gubernamental han hecho evidente su aprecio por este soldado de la propaganda, quien no solo defiende el sistema, sino que ataca a quienes osen desafiarlo. Hasta tuvo el descaro de criticar a Silvio Rodríguez, alegando que sus últimas canciones eran obsoletas. Porque claro, Paquito el de Cuba es ahora el árbitro del buen gusto musical en la isla.
Mientras tanto, el ciudadano de a pie, ese que sí tiene que decidir si gasta 155 pesos en una ensalada de helado o en comprar algo de arroz, observa desde la distancia cómo el país sigue avanzando… pero solo en la dirección equivocada. La justificación de las autoridades para el aumento de precios es simple: “el costo de las materias primas ha subido”. Una excusa que ya se ha convertido en un mantra revolucionario para encubrir el desastre económico.
Y hablando de desastre, el Coppelia que reabrió no es ni la sombra de lo que fue. Sí, la pintura está fresca y han puesto unos toldos nuevos, pero la variedad de sabores sigue en la misma categoría de leyenda urbana que el pan de la bodega o la carne de res. Para los optimistas, la buena noticia es que por ahora el helado sigue sin sabor a hielo. Habrá que ver cuánto dura ese lujo.
Lo que no dura es la coherencia del discurso oficialista, que un día proclama la autosuficiencia y la resistencia heroica contra el enemigo imperialista, y al otro día se arrima a la sombra de las remesas y las recargas de los odiados gusanos.
Y si no, que lo diga Paquito el de Cuba, quien entre una bola de chocolate y otra de fresa sigue pontificando sobre la dignidad revolucionaria, mientras su teléfono se mantiene activo gracias a los dólares del exilio.
Coppelia ha resucitado, y con ella, el espectáculo de siempre. Un país donde tomar helado es un evento, donde un bloguero oficialista es tratado como celebridad por la élite comunista, y donde la única certeza es que el pueblo siempre terminará pagando la cuenta.
Y si alguien no puede permitirse un helado en Coppelia, siempre puede seguir el ejemplo de Paquito: buscarse unos amigos generosos en Miami y pedirles una recarguita. Al final, la doble moral también se puede servir en cucurucho.
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