Si hace décadas alguien hubiera dicho que Cuba, la otrora potencia mundial del azúcar, se arrastraría penosamente con un mísero 22% de siembra de caña en Ciego de Ávila, lo habrían tomado por loco. Pero la realidad es aún más trágica de lo que cualquier predicción fatalista pudo haber anticipado.
Según el diario oficialista Invasor, de un plan de 1553 hectáreas solo se han sembrado 356, y la zafra sigue marcada por la falta de combustible, el deterioro de la maquinaria y, por supuesto, la ineficiencia de un sistema que ha convertido en polvo el otrora motor económico del país. La Empresa Agroindustrial Azucarera Primero de Enero, atrapada en un bucle de pérdidas millonarias, apenas sobrevive con parches improvisados y apelando a “la inventiva de los trabajadores”. Traducción: hacer milagros con nada.
A la ya endémica escasez de insumos se suman incendios en los cañaverales, el descuido en las plantaciones y la incapacidad de sostener la producción de manera autónoma. Mientras tanto, se alistan yuntas de bueyes como alternativa “viable”, demostrando que, bajo la batuta del régimen, el país no avanza ni al paso de una carreta.
El régimen sigue culpando al bloqueo, al clima y a la mala alineación de los planetas, cuando lo cierto es que la desidia y la ineficiencia estatal han reducido a escombros una industria que en el siglo XX colocó a Cuba entre los mayores productores de azúcar del mundo. Ahora, con una zafra que apenas respira y una siembra que avanza a paso de tortuga coja, solo queda una pregunta: ¿hasta cuándo seguirán enterrando lo poco que queda de la economía azucarera?
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