En diciembre de 2020, el régimen cubano anunció la implementación de la Tarea (des)Ordenamiento, un conjunto de medidas económicas que lo que hizo fue desordenar aún más la economía.
Aunque la dictadura prometía unificar el sistema monetario, estabilizar la economía y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, cuatro años después, la realidad dista mucho de lo prometido: la inflación descontrolada, la depreciación del peso cubano (CUP) y la escasez de productos básicos han sumido a la población en una situación de mayor precariedad.
Un caso emblemático es el de un productor de tabaco de exportación que, en 2020, poseía un capital de tres millones de pesos cubanos. Aconsejado por expertos, consideró convertir sus ahorros en dólares o bienes materiales para proteger su valor ante la inminente devaluación de la moneda nacional.
Sin embargo, confiando en las promesas del castrista y entonces coordinador de la reforma, Marino Murillo, quien aseguraba una inflación “controlada” y un peso fortalecido, decidió mantener su dinero en el banco. Hoy, su fortuna ha perdido casi 14 veces su valor original, pasando de equivaler a 120.000 dólares a apenas 8.823 dólares. Lo que en 2020 le hubiera permitido adquirir tres apartamentos en El Vedado, ahora apenas le alcanza para uno en zonas menos cotizadas como Habana del Este.
La Tarea (des)Ordenamiento se basaba en cuatro pilares: la unificación monetaria, la unificación del tipo de cambio, la eliminación gradual de subsidios y una reforma salarial más “realista”. No obstante, ninguno de estos objetivos se ha cumplido.
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En lugar de unificar las monedas, hoy circulan tres: el peso cubano (CUP), el dólar estadounidense y el MLC (Moneda Libremente Convertible), este último creado antes de la reforma como sustituto del CUC. Además, el tipo de cambio oficial de 24 CUP por 1 dólar contrasta con la tasa informal, que alcanza los 340 CUP por dólar, reflejando una brecha cambiaria insostenible.
La eliminación de subsidios, presentada como una medida necesaria para equilibrar las finanzas públicas, ha tenido un impacto devastador en la población. Lejos de compensar con programas sociales, el régimen ha dejado a miles de cubanos sin redes de protección en medio de una inflación galopante y un desabastecimiento crónico.
Los precios de los productos básicos se han disparado, mientras los salarios, aunque nominalmente más altos, han perdido poder adquisitivo. Muchos trabajadores estatales, especialmente aquellos sin alternativas laborales, ganan menos que en 2020, y sus ingresos están atrapados en tarjetas magnéticas inutilizables debido a la falta de efectivo en los cajeros automáticos.
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Redacción Cubanos por el Mundo