Cuando el canciller cubano, Bruno Rodríguez, alias “El Condenador Enérgico” —porque siempre está condenando algo con la misma vehemencia de quien reprende a un perro que se comió el almuerzo— anunció su gira por Malasia, Singapur, Vietnam y Laos, los cubanos no pensaron en tratados comerciales ni en cumbres diplomáticas. Pensaron en arroz. Porque cuando un alto funcionario cubano pone pie fuera de la Isla, es casi seguro que va a jinetear algo.
Y en este caso, arroz. Porque en Sancti Spíritus y media Cuba, una libra de ese cereal básico ya anda por los 300 pesos. La subida es tan brutal que algunos espirituanos sueñan con que Rodríguez regrese con un barco lleno de sacos. ¡Aunque sea donado! Porque lo que se está pagando por un paquete mexicano Onís en las mipymes es un atraco que ni en una telenovela brasileña.
La “gira del arroz”, como ya la bautizó el cubano de a pie y el diario 14ymedio, es solo otro episodio del éxodo gubernamental en busca de donativos. A falta de industria nacional eficiente, la diplomacia cubana hace malabares con sombrerito en mano. Ya lo hicieron con el petróleo de Venezuela, las papas de Canadá, y ahora le toca el turno al arroz asiático.
Hace unos años, técnicos vietnamitas intentaron reflotar la producción arrocera en La Sierpe, pero salieron espantados ante la burocracia y la falta de combustible. Ahora, en Los Palacios, se intenta otra vez con inversiones extranjeras. Pero mientras llega la cosecha —si llega—, Bruno está al otro lado del mundo, viendo cómo jinetear unas toneladas.
El cubano, con su humor inquebrantable, se consuela. «A ver si por lo menos vuelve con unas latas de leche condensada para las muchachitas», dice Xiomara en Sancti Spíritus, que hace cuentas y concluye que con su pensión apenas le alcanza para cinco libras de arroz.
Mientras, el Condenador Enérgico seguirá viajando, jinetear será su verbo, y el arroz su botín. En Cuba, los platos vacíos esperarán otra vez por el milagro asiático.
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