Cuando una artista vinculada al poder se da un respiro tras agitar banderas en campañas políticas, suele buscar destinos discretos o exóticos. Pero no fue el caso de Irina Dorofeyeva, la cantante bielorrusa conocida como la cúmbila de Alexandr Lukashenko, quien aterrizó en Varadero para despuntar el vicio del todo incluido tras dejarse la garganta en los “Maratones de Unidad” que aclamaron la última reelección del “ultimo dictador de Europa”.
Según reportó Diario de Cuba, Irina Dorofeyeva, de 47 años, exdiputada y artista oficialista, se hospedó en el hotel Meliá Las Américas, donde la noche ronda los 300 dólares. Allí se le vio bailando, jugando minigolf y retratándose con un pelícano, entre selfies que destilaban sol y mojitos. También, a juzgar por una de las fotos, estuvo por El Nicho, en la provincia de Cienfuegos.
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La cantante se declaró “exhausta” tras la apoteósica victoria de Lukashenko, quien se aseguró otros cinco años en el trono con el 86,82% de los votos. Cifra sospechosamente alta, pero en Bielorrusia esas matemáticas políticas ya son costumbre. Así que, agotada por tanto “unanimismo patriótico”, la artista decidió premiarse con sol caribeño y bufé libre.
Varadero, cómo no, vuelve a ser el spa predilecto para las bocinas del poder, ya sean del Este o del Caribe. El balneario, administrado por GAESA y las cadenas hoteleras que prefieren no mirar demasiado, se convierte en santuario de relajación para quienes entonan himnos autoritarios. Ver publicación en Instagram
Mientras Dorofeyeva chapoteaba con delfines, los cubanos, esos mismos que nunca podrán costearse el Las Américas, se debatían entre buscar arroz a 300 pesos la libra y lidiar con apagones. Ironías del hermanamiento entre regímenes: los que agitan pancartas en Minsk encuentran descanso bajo las palmas cubanas, mientras los que cargan jabas en La Habana no pueden ni soñar con una hamaca allí.
Dicen que el sol de Varadero es milagroso. Quizá Dorofeyeva regrese a Bielorrusia renovada, lista para otros cinco años de propaganda. Mientras tanto, los cubanos seguirán mirando las postales del balneario como quien observa una galaxia lejana.