El régimen mantiene su brutal persecución contra el líder opositor, José Daniel Ferrer, y a quienes se atreven a enlazarse a su camino en Santiago de Cuba.
Según denunció en su cuenta de Facebook, esbirros al servicio de la dictadura montaron guardia frente a su vivienda en Altamira. Allí, detuvieron, amenazaron e interrogaron a más de veinte personas que salieron de su casa en un solo día.
A esas víctimas les aseguraron que Ferrer era un “terrorista” y, en un giro reciente, y como si fuera poco, añadieron la acusación de que también era un violador sexual.
“Altamira, Santiago de Cuba: Agentes de la policía política y la nacional esperando a todo el que sale de nuestro hogar para detenerlos, amenazarlos e interrogarlos”, comenzó diciendo.
“Más de una veintena de personas acosadas hoy. Entre otras cosas les dicen que soy un terrorista y hoy agregaron que soy un violador sexual. Pronto estarán diciendo que yo quemé al indio Hatuey”, añadió.
Este episodio forma parte de una estrategia más amplia del régimen castrista para aislar al líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU). Hace algunos días, se supo que las autoridades de Santiago de Cuba intensificaron sus tácticas represivas.
Advirtieron que cualquiera que visite a José Daniel Ferrer podría enfrentar hasta diez años de cárcel, según relató el propio opositor en una entrevista con Martí Noticias.
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El pasado domingo, la presión escaló aún más en las calles de Santiago. Las fuerzas del régimen detuvieron a varios ciudadanos, entre ellos un pariente de la esposa de Ferrer y un vecino sin vínculos políticos, solo por estar cerca de su residencia.
A pesar de haber soportado casi cuatro años de torturas en prisión y de haber sido excarcelado en enero pasado, el opositor no agacha su cabeza. Lejos de doblegarse, su resistencia desafía el asedio y expone la fragilidad de un sistema que recurre al miedo para tratar de silenciarlo.
Redacción de Cubanos por el Mundo