Coleros en Cuba. Foto: Composición CPEM
En las oscuras madrugadas del bulevar de Cienfuegos, un grupo de jubilados se convierte en protagonista de una práctica cada vez más común en Cuba y es cuidar turnos frente a los cajeros automáticos del Banco Popular de Ahorro.
Estos “coleros”, como se les conoce, pasan horas esperando para garantizar que sus clientes puedan retirar efectivo al día siguiente, un servicio por el que cobran hasta mil pesos.
Ulises, uno de estos ancianos jubilados, explica a 14yMedio que muchos de ellos son pensionados que buscan ingresos extras para complementar sus magros ingresos. “Esto es un sacrificio grande, pero es un trabajo que ayuda a quienes no pueden pasar la noche en la cola”, comenta. Entre sus clientes se encuentran familias con niños pequeños, cuidadores de enfermos o personas que no pueden alejarse de sus hogares por largos períodos.
Sin embargo, el servicio no está exento de riesgos. Los frecuentes apagones, la falta de efectivo en los cajeros y los problemas técnicos hacen que el éxito de la tarea sea incierto. “A veces pasamos toda la noche esperando, y al final no se puede sacar dinero”, lamenta Arminda, una colera de 68 años que utiliza lo que gana para comprar medicamentos y alimentos para su hija, quien sufre problemas de movilidad.
La solidaridad entre los coleros es clave para sobrevivir en esta labor. “Nos conocemos casi todos, y si alguien tiene que irse un rato, le cuidamos el puesto”, explica Ulises. A pesar de ello, la práctica no está bien vista por todos. Algunos usuarios del banco se quejan de que los primeros puestos de la cola siempre están ocupados por estos “coleros”, lo que dificulta el acceso al efectivo para el resto de la población.
Las quejas han llevado a la gerencia del banco a implementar medidas, como limitar las extracciones a una tarjeta por persona y establecer un máximo de 5.000 pesos por operación. No obstante, la escasez de efectivo en los cajeros sigue siendo un problema recurrente. “A veces recargan el cajero a las nueve de la mañana, y para las once ya está vacío”, señala una joven ingeniera que ha optado por movilizar a su familia para hacer colas simultáneas en diferentes sucursales.
Para Arminda y otros como ella, este oficio representa una lucha diaria contra las adversidades. “He pasado madrugadas sin dormir, me han picado los mosquitos y hasta he vivido sustos”, relata. A pesar de los desafíos, continúa en esta labor, consciente de que en un contexto de escasez y altos precios, cada billete cuenta.
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Redacción Cubanos por el Mundo
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