En un acto cargado de profunda tristeza, el preso político cubano, José Gabriel Barrenechea, fue trasladado en la madrugada del lunes desde su celda en Villa Clara hasta el municipio de Encrucijada para un breve adiós a su madre, Zoila Chávez, fallecida el domingo tras un grave deterioro de su salud.
La despedida, autorizada bajo estricta vigilancia, se limitó a menos de una hora, sin espacio para un encuentro privado ni contacto con medios, según informó la periodista independiente Camila Acosta en redes sociales.
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La rigidez del procedimiento desató críticas entre activistas. “Sus carceleros cumplieron la promesa: la vería solo muerta”, escribió Acosta, señalando la crudeza de un momento que marcó a Barrenechea, quien regresó a prisión tras el velorio.
La periodista expresó que el preso político “debe estar ahora pensando en su vieja, en que jamás podrá volver a abrazarla”, subrayando el impacto emocional de la pérdida.
El caso de Zoila Chávez, cuya salud colapsó sin que las autoridades permitieran una visita previa de su hijo, generó indignación.
En abril, organizaciones defensoras de derechos humanos alertaron sobre el sufrimiento de Zoila y su hijo por la separación forzada, pero las solicitudes para un reencuentro fueron ignoradas.
Acosta describió el trato como un castigo devastador: “Ese es el peor castigo que podrían darle sus carceleros. Tienen al hombre destruido”.
Justo antes de su muerte, la madre el preso político expresó su anhelo de ver por última vez a su hijo, pero ni el tiempo ni la crueldad de la tiranía se lo permitió.
La breve despedida, lejos de ofrecer consuelo, intensificó el clamor en redes sociales, donde usuarios y defensores de derechos humanos ven en este episodio un reflejo de la dureza contra los presos políticos en Cuba, que dicho sea de paso, no cometieron ningún delito.
Redacción de Cubanos por el Mundo