El descaro del castrismo no conoce límites. Esta vez, el protagonista de una amenaza velada no fue otro que el espía cubano Gerardo Hernández Nordelo, quien arremetió públicamente contra el periodista exiliado Mario J. Pentón luego de que este se encontrara en el aeropuerto de Barajas (España) con Fernando González Llort, otro de los llamados “Cinco Héroes” del régimen, y le cuestionara su presencia en Europa mientras el pueblo cubano sufre miseria, apagones y represión.
En lugar de ofrecer explicaciones, Hernández recurrió al insulto y a la intimidación, lanzando un mensaje en redes sociales con tono claramente amenazante:
“¿Qué tiempo hubiera resistido el muy bravucón en las celdas de castigo en las que Fernan pasó años? ¿Hubiera sobrevivido -como él- entre Latin Kings y Salvatruchas, entre Krips y Bloods…? ¿O hubiera soltado la lengua el primer día?”, escribió, dejando entrever lo que le pasaría a Mario Pentón si estuviera bajo las condiciones carcelarias que tanto defiende.
La hipocresía del verdugo que juega a víctima
El mensaje no solo revela el odio con el que el castrismo persigue a los periodistas libres, sino que también exhibe su hipocresía. Gerardo Hernández fue condenado por espionaje en Estados Unidos, pero durante su tiempo en prisión contó con derechos que un preso político en Cuba ni puede soñar: defensa legal, acceso a visitas, atención médica, comunicaciones regulares y hasta el privilegio extraordinario de tener una hija mediante inseminación artificial.
¿Hubiese sido esto posible si Hernández hubiera estado encarcelado en Cuba como opositor al régimen? La respuesta es clara: jamás. Allí, los presos políticos apenas reciben atención médica básica, son torturados psicológica y físicamente, y ni siquiera pueden ver a sus hijos con regularidad. Mucho menos formar una familia.
Basta comparar a Hernández con presos como Ariel Sigler Amaya, quien salió de una cárcel cubana en silla de ruedas, o con José Daniel Ferrer, hoy secuestrado, enfermo y aislado, sin derechos ni garantías.
El periodismo libre no se calla
La amenaza de Hernández hacia Mario Pentón no es un caso aislado, sino parte de la misma estrategia de represión que el castrismo ha aplicado durante décadas: silenciar a los que denuncian, perseguir a quienes informan y castigar a los que piensan diferente, como es el caso de la periodista independiente Camila Acosta, que sufre acoso y secuestra en su propia vivienda en La Habana, Cuba; por reportar la verdad de Cuba
Pero Mario Pentón no cometió espionaje, ni conspiración, ni atentados. Su “crimen” fue preguntar por qué un agente del régimen pasea por Europa mientras el pueblo cubano carga con hambre, colas interminables, falta de medicinas y un país colapsado por décadas de comunismo. Esa simple pregunta, hecha con valentía, fue suficiente para provocar la furia de uno de los peones más fieles del aparato represor cubano.
La verdadera celda es Cuba
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Si algo ha demostrado este episodio, es que en Cuba el solo hecho de vivir es ya una prisión. Allí, pensar distinto es un delito, y ejercer el periodismo independiente, una condena. Lo que en una democracia es un derecho, bajo el castrismo se paga con cárcel, destierro o muerte civil.
Como es el caso del activista cubano y líder opositor, Félix Navarro, de 72 años, que enfrenta un grave deterioro de salud en la prisión de máxima seguridad de Agüica, Matanzas, donde teme morir, ¿Cuál fue su delito? Discrepar con el régimen castrista.
Mientras Gerardo Hernández se pasea con impunidad por aeropuertos internacionales, los cubanos de a pie sobreviven entre apagones, escasez, vigilancia y miedo. Y eso no lo arregla ningún uniforme de “héroe”.
Desde Cubanos por el Mundo, reafirmamos nuestro compromiso con la verdad y la libertad de prensa. No nos van a intimidar. Hoy más que nunca, el periodismo cubano libre es necesario para desenmascarar a los verdugos que se presentan como víctimas.
