En medio de una crisis energética que golpea a la isla, Manuel Marrero Cruz volvió a prometer soluciones falsas desde Ciego de Ávila, donde encabezó el acto del 26 de julio, una fecha que para el régimen es una bochornosa “celebración”, mientras que para el pueblo es una herida abierta.
Como si se tratara de una rutina ya conocida por el pueblo cubano, el primer ministro designado por el castrismo repitió promesas sobre la reducción de apagones, ignorando la realidad de miles de ciudadanos que soportan más de 20 horas sin electricidad en pleno siglo XXI, algo que para él solo es “molesto”.
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Durante su intervención, Marrero sostuvo que supuestamente trabajan en una estrategia para alcanzar “la estabilidad en el servicio y la soberanía energética”, y reconoció errores internos que, según esas mismas palabras, “enfrentan con propios esfuerzos”.
Estas declaraciones, lejos de generar confianza, se sumaron a una larga lista de discursos vacíos que no han logrado aliviar las penurias que agobian al país. De hecho, no hacen más que seguir insultando la inteligencia del cubano.
El discurso se desarrolló en la madrugada del 26 de julio con la presencia de figuras del régimen, entre ellas el anciano dictador Raúl Castro, Ramiro Valdés, José Ramón Machado Ventura y el propio puesto a dedo, Miguel Díaz-Canel.
El panorama que enfrentan los cubanos contrasta brutalmente con las palabras del miembro de la cúpula castrista. Mientras afirma que Cuba es una nación “justa y democrática”, las cifras de represión y encarcelamientos por razones políticas continúan creciendo.
Actualmente, se calcula que hay cerca de mil presos políticos, reflejo del castigo sistemático a quienes se atreven a denunciar la miseria, la falta de alimentos, medicamentos, electricidad o la creciente violencia.
Marrero, en un intento por compartir responsabilidades por la miseria que ellos mismos crearon, expresó que “es preciso sumar a todos a la batalla cotidiana contra los errores propios”, es decir, otra forma de deslizar la culpa sobre el pueblo en lugar de asumir las fallas estructurales de un sistema fracasado.
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El acto no solo fue una burla disfrazada de homenaje, sino un recordatorio de cómo el régimen se aferra a un relato hueco, mientras el país se hunde en la desesperanza.
Con la represión en aumento, la escasez generalizada y una dictadura que sigue apelando a discursos triunfalistas, los cubanos continúan pagando las consecuencias de un modelo agotado, sin luz, sin voz y sin libertad.
Redacción de Cubanos por el Mundo
