La cantautora cubana Liuba María Hevia, quien en los últimos meses se ha estado moviendo a caballo entre Asturias y Miami —entiéndase, España y los Estados Unidos—, desde el famoso anuncio del tarifazo de ETECSA comenzó a acumular méritos insospechados y nunca antes vistos para caerle bien a cierta parte del exilio cubano.
Mal que nos pese a algunos, bien que nos pese a otros, o ni fu ni fa para el resto, lo cierto es que su mensaje se ha colado en buena parte de un grupo de gente que suele rendirle pleitesía a cada artista cubano, por más sanaco que este sea, con todo lo que dice. Bueno, le dan likes hasta a Raúl Torres, no se lo van a dar a Liuba.
La primera de sus “denuncias”, que muchos recordarán, fue un tarareo al estilo susurro de Silvio Rodríguez hecho desde el parque de El Retiro, allá en la capital española, Madrid.
Se lo dedicó a los estudiantes cubanos, a la sazón fajados contra el monopolio de ETECSA por el aumento de precios de las recargas. Y en realidad no era ni de su propia inspiración lo cantado; aunque, a decir verdad, eso ni siquiera importa mucho.
Es cierto que en aquel momento, uno hubiese esperado algún tipo de declaración verdaderamente contundente por parte de Liuba, y no esa cantata. Y la segunda… Bueno, la segunda, hubo un buen por ciento de la plebe que ronda en Facebook que no la entendió.
Sin embargo, “el atrevimiento” no pasó desapercibido ante los ojos del castrocanelato, y tal vez algún conteo de protección, aviso o alarma le llegó a la cantautora hasta Asturias. Eso no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ella, precavida, contactó desde España a su amigo Amaury Pérez para ir tanteando el terreno y saber “cómo están las cosas por allá con lo que yo dije”.
Dicen que le prometió jamones envasados al vacío —tal y como no hizo él con los chorizos que le quitaron en el Aeropuerto José Martí en noviembre del año 2018. Dicen que también le prometió un Rioja o un Ribera del Duero, reserva seguro, mínimo 2021. Pero eso, a mí, no me consta.
¿Qué quería? Que Amaury intercediera por ella; que aplacara algún que otro ánimo adverso en su contra por lo que dijo que, repito, no era nada del otro mundo.
Más dice Carlos Varela, amigo de ella, en la canción La feria de los tontos, y supo librarse Carlitos, dice Otaola, cuando Jacomino y Alpidio lo llamaron a la oficina en el Ministerio de Cultura, achacando todo a un malentendido y a las mentes fértiles “que imaginan cosas que yo no he dicho”.
La verdad es que a Liuba la aconsejaron, o eso parece, porque —como ustedes saben— a veces pasa un carro por la avenida y las escuchas telefónicas se ponen indescifrables. Pero sí, Liuba tiene vía libre para decir lo que desee, siempre y cuando se mantenga en ese margen ambiguo de “quiero decir, pero no puedo decirlo por lo claro”, no vaya a ser que pierda la casa con todos los cuadros de pintores cubanos famosos que tiene dentro.
Así y todo, lo visto antier en la TV es la confirmación de que, al menos, su nombre no ha caído en ninguna lista negra. De que la conversación acontecida entre Amaury y Abel en Casa de las Américas con relación al caso “Liuba María”, tuvo su efecto positivo.


La lista que sí tengo y obra en mi poder, en la que Liuba María forma parte —pero no como sujeto en escarnio, sino como elaboradora—, es la lista de personajes ilustres y deslustrados a los que el cantautor cubano Silvio Rodríguez les tiene prohibida la entrada a su casa. Pero esa… es otra historia y más larga de contar.
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