En los pasillos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana circulaba desde hace años un nombre con afinidad y cariño: el profe Raydel.
Se trataba de Raydel García López, Máster en Ciencias y profesor de Publicidad que, según testimonios de exalumnos y publicaciones públicas, jugó un rol activo en la marginación de la joven activista animalista cubana Beatriz Batista.
La historia empieza en 2019, cuando Batista comenzó a movilizarse por una Ley de Protección Animal en Cuba. Sus quejas de hostigamiento institucional a partir de la primera y única marcha animal en la isla, y de las protestas frente a Zoonosis y el Ministerio de Agricultura, se documentaron entonces en redes sociales y en numerosos artículos publicados en diversos medios independientes.
Dentro de ese clima, varias fuentes sitúan a García como una pieza del engranaje represivo universitario: el profesor que prestó su autoridad académica para señalar, aislar y disciplinar sin necesidad de gritos ni golpes. Represión de cuello blanco cruda y dura, aunque solapada y encubierta.
A él se refiere Batista cuando, en junio de este año, publicó un post en su cuenta de Facebook contando la represión sufrida durante el tiempo en que pasó de ser una estudiante como cualquier otra, a una figura pública.
“Mi profesor de Publicidad incluso advertía a mi mejor amiga que se alejara de mí, si quería evitar problemas con su ciudadanía española. Un chantaje emocional, burdo y mezquino.”
Una fuente que lo conoció en FCOM describe un patrón que resulta muy común en casi todos los profesores universitarios: advertencias veladas, recomendaciones “por tu bien”, reuniones donde lo académico se confundía con lo político.
En ese contexto, y siempre según los testimonios, García habría intentado influir en el entorno cercano de Batista a través de su buena relación con Claudia Gómez —entonces amiga de la activista—, sugiriéndole que se apartara si quería evitarse “problemas”.
La mencionaba cuando no estaba o la regañaba cuando estaba.
“Hablaba mal de ella a sus espaldas”, dice la fuente, que asegura no entender por qué lo hacía.
La idea no era convencer con argumentos, sino inocular miedo entre sus semejantes: el castigo posible como herramienta pedagógica. Incluso machista. Cuando un hombre con su accionar intenta que tu círculo cercano te vaya excluyendo poco a poco, es machismo. Puro y duro.
Y como tal actuaba él en otros momentos y lugares ejerciendo su figura de profesor. Típico de los represores de cuello blanco que ejercen el terror ideológico y psíquico en sus alumnos.
Mientras tanto, el tiempo pasó, la ola de activismo animalista dejó su huella y el país se vació de gente.
Hoy, el propio rastro digital de Raydel García López conduce a otra orilla. En su perfil de Facebook aparece como residente en Miami, Florida, y exhibe los datos habituales de procedencia: Bahía, La Habana; estudios en la Facultad de Comunicación.
Llama la atención, sin embargo, la escasez de fotos y publicaciones disponibles, como si la vitrina pública estuviera deliberadamente despejada. Lo poco que se ve alcanza para ubicarlo, pero no para contar una vida.

No se trata de un policía ni de un fiscal. Es, o fue, un profesor universitario.
Sin embargo, la etiqueta importa: la represión que padecieron estudiantes incómodos con el poder no siempre llegó vestida de uniforme.
A veces se presentó como un consejo, una nota en el expediente, un silencio, un mirar al otro lado, una mano levantada para no marcarse como la oveja negra, o una puerta cerrada en la propia escuela.
Que hoy uno de esos nombres viva en Miami no borra lo ocurrido ni lo que recuerdan sus exalumnos. Solo desplaza el escenario. La responsabilidad —ética, profesional, cívica— viaja con uno, aunque el pasaporte cambie.
Habrá que ahondar más adelante. Tal vez con otros testimonios; con lo que cuente la propia Beatriz o él mismo, si quisieran; pero nada borra el pasado y este dice una cosa: REPRIMIÓ.
Todo eso a pesar de su rostro risueño, inocente y bonachón dentro de Five Guys.