Un foco de insalubridad y negligencia amenaza la vida de los pacientes infantiles en el Hospital Pediátrico de Camagüey, una situación que ahora se agrava dramáticamente ante la inminente llegada del huracán Melissa.
La vida de los menores pende de un hilo, no solo por sus dolencias, sino por el abandono del propio sistema que debería cuidarlos.
Ante este panorama desolador, fueron los propios familiares de los menores quienes hicieron trascender la denuncia, a través de un clamor desesperado que expone el abandono y la indolencia de las autoridades castristas.
Las instalaciones de la sala Maceo, en particular, presentan un estado de deterioro absoluto. En efecto, los baños carecen de la higiene más elemental, mientras que las paredes se desmoronan progresivamente.
Además, los colchones, en condiciones deplorables y con un olor nauseabundo, junto a sillas destrozadas para los acompañantes, componen un cuadro lamentable que atenta contra la dignidad humana.
Más allá de la evidente incomodidad, estas condiciones infrahumanas representan un caldo de cultivo para infecciones. De esta manera, un lugar concebido para la sanación se transforma paradójicamente en una fuente de nuevas enfermedades, aumentando el riesgo de complicaciones severas para los pequeños durante su hospitalización.
Para colmo, la negligencia de las autoridades alcanza un punto crítico con la proximidad del ciclón. A pesar de la alerta meteorológica, las ventanas de cristal de la sala permanecen sin ningún tipo de protección, dejando a los niños en un estado de vulnerabilidad extrema frente al inminente impacto del fenómeno natural.
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En consecuencia, el reclamo de estos padres en Camagüey es contundente: es inaceptable que los niños corran peligro en el mismo sitio que debería garantizar su protección.
La respuesta de las autoridades se vuelve, por lo tanto, una cuestión de vida o muerte, una obligación impostergable antes de que la desidia cobre un precio irreparable.
Redacción de Cubanos por el Mundo