Procedimientos quirúrgicos de urgencia, como cesáreas, se están realizando a la luz de teléfonos celulares en el principal centro de salud de Holguín.
Esta escena dantesca es apenas un reflejo del colapso absoluto que sufre el Hospital Vladimir Ilich Lenin tras el paso de un huracán Melissa, evidenciando la precariedad extrema del sistema sanitario cubano.
La denuncia sobre esta tragedia humanitaria fue expuesta por Glenda Rancano a través de su perfil en la red social Facebook.

Actualmente, el hospital se encuentra en un estado catastrófico: sin suministro eléctrico ni agua potable y con áreas vitales completamente anegadas, incluyendo la sala de urgencias, oncología y el salón de atención a familiares.
La inoperancia del régimen es palpable, pues a pesar de las advertencias meteorológicas emitidas con días de antelación, no se ejecutó ningún plan de evacuación, condenando a pacientes y personal a esta situación límite.
La vida de los pacientes más vulnerables pende de un hilo. Los recién nacidos en incubadoras sobreviven gracias a baterías de respaldo, mientras que el personal de terapia intensiva de esta institución de Holguín se ve forzado a aplicar ventilación manual a los enfermos graves ante la falta de equipos funcionales, un método agotador y de última instancia.
La incapacidad de respuesta de la dictadura quedó una vez más demostrada con el fracaso de los intentos de auxilio. Se contempló trasladar a los pacientes al Hospital Clínico Quirúrgico, pero la falta de ambulancias debidamente equipadas hizo imposible mover a los más delicados.
Incluso la llegada de los bomberos fue inútil, ya que carecían de los medios necesarios para intervenir eficazmente en las inundaciones.
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En medio del caos, la censura y la represión del régimen no cesan. Fuentes internas reportan un ambiente de terror, encapsulado en la amenaza de que “el que saque un teléfono para grabar es hombre muerto”.
Esta advertencia demuestra que la prioridad de la dictadura no es salvar vidas, sino ocultar su negligencia criminal, al punto que los médicos solo pudieron almorzar gracias a la caridad del cercano Hospital Pediátrico, que les envió alimentos.
Redacción de Cubanos por el Mundo
 
             
                 
                             
                             
                             
                     
                     
                             
                             
                             
                             
                