La impunidad delictiva en Cuba dio paso a una nueva y peligrosa modalidad de asaltos en La Habana, donde una simbiosis perversa entre compradores de oro y ladrones callejeros ha convertido el simple acto de portar una prenda de valor en un riesgo mayúsculo para los ciudadanos.
El hecho fue reportado a través del perfil de Facebook “Nio reportando un crimen”, administrado por el comunicador Niover Licea, quien se hizo eco de una denuncia anónima, una medida de precaución que evidencia el terror a las represalias que sienten los residentes de la zona, pues temen tanto a los delincuentes como a la indiferencia cómplice de los esbirros del régimen.

Este esquema se fundamenta en una colaboración directa donde los comerciantes de metales preciosos actúan como “marcadores”, señalando a las víctimas potenciales para que los arrebatadores, ya sobre aviso, ejecuten el robo con violencia y precisión, asegurando así una transacción inmediata del botín que les garantiza el anonimato y diluye cualquier rastro del delito.
La audacia de estos criminales se nutre directamente de la nula respuesta policial, ya que, según la fuente, las múltiples denuncias presentadas ante los funcionarios de La Habana han sido completamente ignoradas, lo cual fomenta un ambiente de desprotección total en áreas de alta concurrencia como la calle Monte y sus alrededores, además de paradas de transporte y entradas de tiendas donde la aglomeración de personas facilita la selección de objetivos.

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En consecuencia, este patrón delictivo no solo incrementa las estadísticas de robos violentos a plena luz del día, sino que también somete a la población a un estado de alerta constante, donde la posibilidad de sufrir golpes es una amenaza real y cotidiana.
Tomando en cuenta lo anterior, la comunidad de La Habana exige desesperadamente un patrullaje efectivo y la desarticulación de estas redes, una petición que cae en oídos sordos en una dictadura más preocupada por reprimir a sus ciudadanos que por protegerlos.
Redacción de Cubanos por el Mundo