El colapsado sistema de salud cubano se cobró la vida del niño Simón Correa Giménez, quien falleció en la unidad de terapia intensiva del Hospital Pediátrico Paquito González Cueto de Cienfuegos, donde permanecía intubado y en una condición de extrema gravedad por una atención médica deficiente.
La exposición de este trágico suceso fue amplificada por el comunicador Niover Licea, quien utilizó su perfil de Facebook “Nio reportando un crimen” para visibilizar el caso y difundir las graves acusaciones de la familia contra la gestión hospitalaria y el sistema de salud en general.
Según la devastadora denuncia de sus allegados, el deceso del infante fue el resultado directo de una flagrante negligencia durante su evaluación inicial, puesto que el personal de la institución omitió realizarle los estudios pertinentes con la celeridad requerida.
Tras el deceso, el cuerpo del pequeño fue trasladado a su localidad natal de Palmira, generando una profunda conmoción entre vecinos y seres queridos que se congregaron en la vivienda para un último adiós.
Fue un acto de duelo colectivo que también representa una exigencia de responsabilidad para que esta clase de tragedias evitables no continúen ocurriendo impunemente no solo en Cienfuegos, sino en toda la isla.
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Esta lamentable pérdida humana no es un hecho aislado, sino la consecuencia palpable del desmantelamiento de la salud pública en la isla, una crisis profunda marcada por la escasez crónica de insumos, la falta de equipamiento y las deplorables condiciones infraestructurales que la dictadura es incapaz de solucionar mientras su propaganda vende una falsa potencia médica.
Mientras los más vulnerables son los que pagan todo el desastre del castrismo, la cúpula sigue burlándose del pueblo al presumir de todos los lujos, cuando en las calles la población no hace más que llorar por tanta tragedia.
Redacción de Cubanos por el Mundo
