El colapso parcial de un edificio en el corazón de El Vedado volvió a demostrar la tragedia cotidiana que viven miles de familias cubanas y es la amenaza constante de que sus hogares se les vengan encima.
El incidente, ocurrido en la Calle L No. 5355, entre Calzada y 11, en el Consejo Popular Rampa, no dejó heridos, pero sí una vez más el amargo recordatorio de que en Cuba, los derrumbes pueden ser tan peligrosos como la represión.
Según el discurso del Consejo de la Administración del municipio Plaza de la Revolución, el siniestro se debió al desprendimiento de una marquesina de gran tamaño, lo que obligó a apuntalar de urgencia los bajos del edificio.
Como es habitual, las autoridades comunistas, se apresuraron a declarar que el resto de la estructura no sufrió daños, aunque los vecinos, acostumbrados a vivir entre grietas y escombros, saben que la realidad es otra.
Al lugar acudieron brigadas de rescate, funcionarios del régimen en el municipio y representantes del Partido Comunista, preparados para lo que ya están acostumbrados a hacer porque en Cuba se derrumban las viviendas con frecuencia, ante la crisis habitacional que existe y el desinterés de la dictadura.
Apenas unos días antes, en La Habana Vieja, otro desplome sacudió la rutina de los transeúntes cuando un balcón del edificio Macera, en Teniente Rey 118, cayó sobre un vehículo estacionado. Por suerte, no hubo víctimas, pero el susto fue mayúsculo.

La capital cubana se desmorona, literalmente. Edificios centenarios, se mantienen en pie por la voluntad de sus habitantes, no por la acción del régimen. Mientras tanto, los recursos del país se desvían hacia hoteles de lujo vacíos, campañas propagandísticas y desfiles militares, mientras los ciudadanos comunes viven entre el polvo, la humedad y el miedo.
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Redacción Cubanos por el Mundo