Un año de indolencia y absoluta falta de respuestas define la desaparición de Esperanza Cabrera Melvin en Matanzas, un caso que personifica la incapacidad del régimen cubano para garantizar un mínimo de justicia y seguridad a sus ciudadanos.
Cabe recordar que la maestra jubilada de 75 años se esfumó el 19 de diciembre de 2024, luego de que fuera vista por última vez en una parada de autobuses del Central René Fraga, en Colón, desde donde se dirigía al poblado de Maceo sin que jamás se concretara su llegada.
Ante la opacidad y el silencio de las autoridades, han sido su familia y diversos activistas quienes mantuvieron viva la exigencia de respuestas durante 12 meses, denunciando una y otra vez la negligencia de un sistema que simplemente abandonó la búsqueda.
Aunque las indagaciones llevaron a la detención de un sospechoso identificado como Yoandy Castro, quien incluso confesó haberla atacado, este aparente avance no condujo a nada, pues el paradero del cuerpo de la anciana sigue siendo un completo misterio.
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La prolongada ausencia de la mujer no solo reabrió el debate sobre la vulnerabilidad de los adultos mayores y la violencia de género, sino que también dejó en evidencia la inexistencia de protocolos eficaces para encontrar a personas desaparecidas no solo en Matanzas, sino en toda la isla.
Después de 365 días, la pregunta fundamental persiste sin que el aparato represor cubano se digne a contestarla, mientras el caso de Esperanza se consolida como un trágico símbolo de la desprotección y el desamparo que sufre el pueblo bajo la dictadura.
Y es que, en Cuba, son los mismos allegados de las víctimas los que deben emprender la búsqueda de desaparecidos, pues la mal llamada “policía” solo se enfoca en seguir generando caos.
Redacción de Cubanos por el Mundo
