Desde hace algún tiempo algunos “mosqueteros” de la cultura, algo pasados de años, encabezados por un D´Artagnan de cabellera hirsuta adicto a la pomada china fabricada en Vietnam, han asumido la defensa oficialista de la identidad nacional y de la historia del país. Sus integrantes, aprovechando todo el espacio que generosamente les facilitan los Medios, la han emprendido contra el denominado “paquete” (conjunto de películas, capítulos de seriales y novelas, musicales y otros programas extranjeros semanales grabados en DVD), que los vendedores particulares ofertan a los cubanos, para escapar del insufrible aburrimiento de los canales nacionales de televisión, cargados de teques políticos. Proponen sustituirlo por el “paquetón” (algo similar, pero con programas cubanos). Además, echan rodilla en tierra por la enseñanza de la historia oficial, y por el repudio a los símbolos extranjeros utilizados por muchos jóvenes.
Defender la identidad nacional, la historia del país y los símbolos patrios sería algo encomiable, si no fuera por la grosera manipulación, el burdo adoctrinamiento político y el chovinismo presentes en sus acciones.
Llama la atención que a estos aguerridos “mosqueteros” no les preocupen la pérdida de las legítimas tradiciones cubanas, ni el uso indebido e irrespetuoso de la bandera nacional, absurdamente desplegada durante todo el año dentro de comercios, mercados agropecuarios, cerveceras y otros establecimientos estatales, así como en las calles y edificaciones. Muchas de estas banderas, sometidas al abandono y a las inclemencias del tiempo, terminan hechas verdaderos ripios, sin que nadie se preocupe de retirarlas e incinerarlas, como debiera ser, según lo establecido al respecto. Tampoco dicen nada sobre las banderas impresas en papel, utilizadas profusamente en los actos políticos, las cuales después, formando parte de la basura, se diseminan por calles y aceras y son pisadas, sin el menor respeto, por los transeúntes.
Algo similar ocurre con el himno nacional, utilizado festinadamente y sin el menor respeto en cualquier tipo de actividad, ante la indiferencia de quienes lo escuchan, y con el escudo, prácticamente olvidado y desparecido.
Esta mala utilización de los símbolos patrios durante demasiados años, ha hecho que muchos de nuestros ciudadanos, sin importar la edad, hayan dejado de respetarlos.
La tarea de estos “mosqueteros” no resulta nada fácil, máxime cuando los encontramos participando en algunas actividades bastante alejadas de los valores y la ética que predican para los demás. Para convencer, primero hay que ser ejemplo.
Publicado por Fernando Dámaso en su Blog Mermelada