in

Las Damas de Blanco, ¿un cadáver político?

760004No sólo por lo que hicieron, que es bien meritorio, sino por lo que continúan haciendo ahora mismo como el grupo de protesta popular organizada y pacífica más sobresaliente de la oposición en Cuba, las Damas de Blanco merecen nuestro voto de fiabilidad. Si nos inspiraron con su serena firmeza en los peores trances, no creo que sea justo, ni bonito, que hoy, cuando atraviesan ellas por un mal momento, las enjuiciemos con sobrada pasión y escasa consideración.

Lo digo porque después de la publicación de aquellos videos con imágenes sobre una ciertamente penosa crisis interna en el grupo, no son pocos por acá los que consideran que las Damas de Blanco van camino a convertirse en un cadáver político. Personalmente he escuchado opiniones muy drásticas, desde que esta organización está perjudicando hoy, más de lo que beneficia, al movimiento opositor, hasta que su líder, Berta Soler, reaccionó ante la crisis asumiendo una actitud que no se diferencia en mucho a la de los caciques del régimen.

Uno puede hacerse el bobo y guardar silencio ante lo ocurrido, así como ante las opiniones -honradas y sinceras, aunque un tanto extremas- que ha generado en los ambientes disidentes y contestatarios de La Habana. Uno puede morderse la lengua bajo la conservadora anuencia de no revolver la porquería más de lo que ya está. También podemos servirnos del mismo prejuicio anticívico que tanto gusta al régimen, ese de no airear los trapos sucios del amigo para no regalarle argumentos al enemigo. Pero no creo que tales actitudes armonicen con el comportamiento ciudadano que forma parte de nuestras aspiraciones en tanto soñadores con un futuro en democracia para Cuba.

Si al final son ellas las que resuelven transformar su organización para elegir otros métodos de lucha contra la dictadura, será su decisión y también debemos respetarla. Pero que sean las Damas de Blanco, todas en conjunto, no sólo algunas de ellas, quienes dispongan cómo deben remontar su crisis, sin que se inmiscuyan personas no afiliadas al grupo, sean quienes fueren, y sin que sientan la presión de nuestra intolerancia, por bien intencionada que sea.

Particularmente, considero que a las Damas de Blanco les queda mucho por hacer todavía. De hecho, en este mismo minuto continúan manteniendo en vilo a las fuerzas represivas del régimen, tal como lo hicieron siempre, lo cual quiere decir con mayor constancia y notabilidad que cualquier otro grupo opositor. Si el régimen lograra quitarse de encima el peligro presente y potencialmente futuro que ellas representan, estaría neutralizando en la base un foco de resistencia masiva capaz de propagar su ejemplo por las calles, ordenadamente, sin resentimientos ni violencia, pero con una firme claridad de miras.

Esto no significa, desde luego, que debamos hacernos los suecos ante las probadas irregularidades que tuvieron lugar dentro del grupo. Me parece ingenuo o hasta cínico pensar que si nos limitamos a verter opiniones soterradas a nivel local, sin abordar con responsabilidad el asunto a través de los medios de prensa anti-régimen, todo podría seguir igual que antes, aún más cuando las Damas de Blanco no se amilanaron por lo ocurrido y continúan batallando.

No hay por qué temer que tantos cubanos que sueñan con la democracia vayan a dejar de admirarlas y alentarlas por el primer resbalón en toda la historia de su vida pública. Mucho menos si además de mantener su lucha, ellas demuestran al fin tomar medidas sólidas y democráticas para que no se repita.

¿Dejaron la ONU, la UNESCO o la UNICEF de apoyar y elogiar a nuestra dictadura, a pesar de tantas escandalosas pruebas de todo lo malo que existen en su contra?

¿Se avergüenzan y retiran su apoyo al régimen tantos intelectuales de renombre, dentro y fuera de Cuba, debido a su obvia complicidad con la masacre de la Plaza de Tiananmen, o con los gulag soviéticos, o con los exterminios étnicos de Husein y Milosevic? Los caciques de la Isla han confraternizado con algunos de los más sobresalientes represores o terroristas de estado y ladrones que registran hoy los anales del oprobio mundial. Muchos de ellos fueron acogidos aquí en visitas oficiales. Y muchos recibieron condecoraciones en actos solemnes, celebrados ante la imagen de José Martí. Durante más de medio siglo el país fue refugio y escuela de etarras y guerrilleros, así como de la más diversa laya de criminales y subversores de la paz y de las normas democráticas en sus respectivas naciones. Más de un asesino internacional prófugo y de un narcotraficante en desbandada se han paseado entre nosotros como por su casa. ¿Debemos entonces enfilar cañones contra las Damas de Blanco cuando ese mismo régimen, aprovechándose de un presunto bajón en su prestigio, les atoja con mayor saña sus perros represivos y arrecia su propaganda de descrédito dentro y fuera del país?

¿Son comparables los exabruptos de Berta Soler en un mal momento (en que peligraba la existencia de la organización) con el estilo de fría y desfachatada autocracia, soberbia, arrogancia… que caracteriza permanentemente a los caciques?

Dados a comparar, tal vez resulte más saludable poner en la balanza el torpe comportamiento de Berta ante aquella situación clímax que fue recogida en el video de marras, con la actitud que asumió en octubre de 2004, al decidir plantarse frente a la sede del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en la Plaza de la Revolución, exigiendo atención médica para su esposo, enfermo, abandonado y sin asistencia en un infrahumano calabazo del interior del país. Ella había prometido públicamente que permanecería día y noche en aquel sitio, en tanto su esposo, Ángel Moya, no fuera trasladado a La Habana para recibir una intervención quirúrgica de urgencia. Y en tal posición se mantuvo durante dos días íntegros, sin que nada ni nadie lograse moverla de su sitio hasta que, finalmente, al régimen no le quedó otro remedio que claudicar.

No es que las glorias pasadas justifiquen las equivocaciones presentes. Menos aún que a costa de lo que hizo bien ayer, alguien tenga derecho a hacer hoy mal las cosas sin necesidad de enmendarse y de rendir cuentas, cuanto antes mejor. Esa es una licencia que únicamente se toman, sin que nadie se las haya otorgado, los caciques del régimen. Marcar distancia y categoría ante ellos es obligación moral para nuestros activistas pro-democracia. De modo que si se equivocan, se impone esperar que rectifiquen. Y es justo a lo que me refiero cuando hablo de concederles a Berta y a las Damas de Blanco un voto de fiabilidad.

Written by CubaNet

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Ingreso de Cuba en Banco Mundial y FMI “parece ser solo cuestión de tiempo”

Congreso debate Ley de comercio con Cuba 2015