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Relaciones con Estados Unidos, un regalo que el pueblo cubano supo apreciar

Kerry pronuncia su discurso durante la apertura de la embajada de EEUU en Cuba (foto de archivo)
Kerry pronuncia su discurso durante la apertura de la embajada de EEUU en Cuba (foto de archivo)

La reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha sido definida de diferentes maneras por sus críticos. Unos lo califican de giro dramático. Otros de error. No falta quien cargue sobre ella la responsabilidad por lo que acontece en la Isla. El pre candidato republicano Jeb Bush la consideró como un regalo de la administración Obama hacia el régimen cubano.

No obstante a estos señalamientos negativos sobre la apertura de las embajadas y otros pasos dados por la actual administración en la política hacia Cuba, algunos indicativos parecen contradecir que se trate de un desacierto o un obsequio para Castro. La actual gestión deja a un lado la añeja política de aislamiento decretada por el poderoso vecino contra la dictadura vigente en la cercana Isla por más de medio siglo y que ha funcionado sin mayores consecuencias a pesar de un improductivo y estéril castigo que en definitiva lo fue por muy corto tiempo porque el sistema castrista nunca permaneció aislado. Más bien recibió por esta vía un elemento que ha utilizado como escudo y arma para buscar el mejor provecho.

Aunque el respaldo principal llegó pronto a través de una fértil relación con la URSS y los países que orbitaban a su alrededor, tampoco faltaron en todos  estos años relaciones fructíferas y plenas con el mundo occidental. Comenzando con la España del General Franco, las cooperaciones tecnológicas israelíes y las relaciones con el lejano Japón. Países cercanos como Canadá o México jamás rompieron sus vínculos con la Isla. Tampoco lo hizo el Vaticano pese  a la cadena confrontaciones y tropiezos entre gobierno e iglesia católica cubana. Ni siquiera la junta militar argentina, según demuestran recientes documentos develados, declaró un cierre económico a La Habana.

¿Vale decir entonces que el embargo funcionó como táctica política y liberadora? En el  artículo “Obama no será el primero”, publicado por El País en estos días de reaperturas y banderas, se habla del papel de uno de los más recientes representantes de la diplomacia norteamericana que dejó impronta bajo la cobertura de la hasta ayer Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Se trata de James Cason, designado por la administración George W. Bush para ese puesto. Cason se esforzó concienzudamente en la defensa y promoción de los derechos humanos y apoyó al activismo pro democracia en la isla. Testigo soy de su rápida y descubierta acción frecuentando a varios disidentes apenas tomó el cargo. Así nos sorprendió con una visita relámpago en plena faena preparatoria durante el Proyecto Varela.

Pero la intensa actividad de Cason al final rindió pocas ganancias y mayores contratiempos a la causa de la democracia cubana. Según declaraciones recogidas en el escrito referido, Cason reconoce que a pesar de los contactos establecidos con la disidencia, sus consejos y esfuerzos para organizar cursos de periodistas independientes, o la apertura de terminales de Internet en la legación, distribución de 30.000 aparatos de radio, periódicos de Miami, cámaras fotográficas, bolígrafos y libretas, su voluntad no rindió los frutos esperados. Lejos de ello se llegó a un clímax de tensión en el que se produjo el arresto de decenas de activistas independientes y su posterior encarcelamiento con condenas brutales. Un hecho que llevó a una crisis profunda de las relaciones consulares entre ambos países pero que ni siquiera logró el cierre de esos vínculos. Cason admitió su aislamiento al concluir su misión: “Nunca pude reunirme con ningún profesor, periodista, juez o diputado”.

Visitar la sede consular se convirtió en una justificación para acusar a los que allí iban de mercenarios al servicio de una potencia enemiga. Precisamente durante el procesamiento contra los 75 ese fue el principal argumento acusatorio, tomado como referencia incluso por la prensa acreditada en la Isla para cuestionar a los familiares de los presos. En plena celebración de uno de estos juicios Oswaldo Payá respondiendo a la reportera de ABC sobre si aquellas visitas motivaban las elevadas condenas, el líder opositor pidió que se cerraran definitivamente ambas legaciones. La de Washington y la de la capital cubana. Y por cosas de la vida en ese mismo instante Cason y Castro coincidían en la terminal aérea de La Habana para impedir que un ciudadano llevara a efecto el secuestro de un avión de pasajeros para irse a Estados Unidos.

En el nuevo escenario que se abre las perspectivas resultan algo diferentes para el que resulte encargado de llevar lo que ya tiene el carácter de sede diplomática en todo rigor. No importa las dificultades que puedan surgir al calor de un diferendo que no se ha cerrado en los puntos vitales. Levantada la prohibición vigente con los representantes consulares, quien asuma la responsabilidad en el nuevo contexto tendrá otras oportunidades para ayudar a una liberalización económica y social en Cuba abriendo espacios para que ocurran cambios en la vida política del país. Un adelanto en este sentido fue el discurso de John Kerry, que rompió con un único precedente en la historia cubana marcado por la alocución de Jimmy Carter en la Universidad de La Habana. En esta ocasión el encargado de la diplomacia norteamericana, primero en visitar la isla en más de cincuenta años, fue escuchado en directo a través de los medios locales por una población receptiva que pudo apreciar en español aquellas partes del discurso que tocaba los aspectos fundamentales sobre democracia y libertades.

La actitud del propio Comandante delata su disgusto. Que su cumpleaños haya quedado opacado por un suceso como el izado de la bandera norteamericana en los mismos predios en los que se predijo difícilmente volvería a verificarse ese hecho, mientras centenares de ciudadanos mostraban su emoción portado la enseña de la nación “enemiga” y carteles en inglés dando la bienvenida a los del Norte, o que el propio Kerry recibiera un baño de gente en pleno corazón de La Habana Vieja cuando suele ocurrir todo lo contrario durante visitas de funcionarios norteamericanos a otros países, no es realmente algo que Fidel Castro debió disfrutar. No es raro que para esa fecha haya mantenido silencio y se haya rodeado de la presencia de Evo y Maduro que al menos le hicieron recordar momentos felices de su pasado glorioso.

Por ahora el embargo se mantiene. Mientras tanto las agencias noticiosas internacionales tomaron nota del momento histórico de un escenario que hace poco parecía imposible y en el que los cubanos pudieron ver y escuchar a un secretario de Estado estadounidense hablando en directo a la Nación y al Gobierno comunista sobre democracia y derechos humanos. Un regalo que los cubanos de la Isla supieron apreciar con esperanza y que les llega mejor que un descolgado Viva Cuba libre de esos que resuenan oportunamente de vez en vez coincidiendo con alguna campaña presidencial en la cercana ciudad de Miami.

Written by CubaNet

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