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María Mariposa: El chofer inglés de una cubana

Los carros antiguos carcaterizan las calles cubanas, son los llamados almendrones!|Archivo
Los carros antiguos carcaterizan las calles cubanas, son los llamados almendrones!|Archivo

Jocy Medina María clavó el billete que le dio el cliente debajo de sus tetas. En cuanto sus pupilas lograron ver de quien provenía aquel dinero, casi se cae de la tarima.

  • ¿Pero David, que tú haces aquí? – le preguntó.
  • Vine a traer a mi amigo Sherlock a que conociera Tropicana, otra belleza de La Habana.
  • ¡Ay sí, no me digas, que coincidencia! – Respondió María.
  • La otra versión de la verdad es que Sherlock fue hoy a casa de Cindy y le dijo a que tú bailabas aquí esta semana.
  • Eres peor que un policía. – respondió María.
  • Digamos que soy el simple seguidor de una bailarina.

La luz regresó sobre ella y eso obligó a David de vuelta a su mesa. Por delante de la tarima en que bailaba María pasaban muchos clientes enfadados por la lluvia. En la mesa de David, Sherlock se comía a besos a una de sus bellezas de La Habana. Pero en cuanto las goteras del salón empezaron a molestarlo en la faena, se levantó y se fue con la joven a algún otro lugar donde poder comérsela sin que le goteara agua.

David se quedó un rato a solas con su cerveza. Lo hechizado de su admirador inglés le recordó a María la promesa que el fantasma de la madre de Julia le había hecho en sus sueños para conquistarlo. La música pegajosa batía sus caderas le batía las ideas también. Pero después de unas dos vueltas que tuvo que dar, miró a la mesa de David y él tampoco estaba.5978669963_b341e0eaf2_b

Al terminar el show, María corrió a los camerinos a indagar si alguien iba rumbo a la Habana Vieja. Nadie dio señales de querer darle la botella. Casi llora al quitarse el gorro y ver el picotillo que habían hecho los vestuaristas con su pelo. Y casi grita cuando al quitarse el resto de su ropa encontró el billete de David en sus senos. De alegría por su puesto.

  • Dinero con que pagar un carro para regresar a casa, pensó.

Como el billete era ilegal lo regresó a sus tetas y le pidió al fantasma de la madre de Julia que si ella de verdad quería ayudarla quitara a todos los policías de su paso al salir.

Saliendo al lobby vio al huracán batiéndose contra la Habana. En el portal del cabaret, un bulto de fumadores vacilaba la cortina de lluvia que caía frente a ellos. María atravesó la nube de humo que dejaban para ver si habían taxis. Los pocos que llegaban se llevaban turistas de billeteras más gruesas que la de ella.

De pronto una la voz hizo voltearse.

  • ¿A dónde van las estrellas cuando salen del paraíso? – le preguntó David
  • Ay Dios mío pero ¿tú me estás persiguiendo? – respondió María.
  • Puedes ser.
  • ¿Qué tú quieres de mí?
  • Ya te dije que quiero verte. Vamos que te llevo, que i no te llevo yo te lleva el huracán.

María, que no veía otro modo de salir de aquel charco de paraíso, y que en vez de estrella estaba lleno de fango, aceptó. Esperando a David cayó en cuenta que nunca había temblado esperando a nadie. Le atinó el temblor de su cuerpo al frio, a la humedad, o al fantasma de la madre de Julia que le quería decir algo. Pero también notó que algo en David le recordaba a su tío Sandro. Quizás lo joven, lo fresco, o quizás el hecho de ser fumador. No era viejo como Luciano, ni sicólogo como Camilo.

Ella traía al pecho cabalgándole más rápido que si se hubiese tragado un caballo. En eso, vio que David salió a la lluvia a abrirle la puerta de su carro para que ella entrara. La mirada de María destilaba miedo. El azul feliz en la de David la hacía sentirse más tranquila.

La música en el carro la ayudó a respirar despacio y se alegró de que el tapiz de agua sobre el parabrisas no dejara a David hablar con ella. Parecía haber más luz dentro del carro que en los barrios, pero así todo el carro entraba y salía de los huecos rumbo a la Habana Vieja con gracia y mucha paciencia.

Al sentirse cerca ya de casa, María descruzó sus brazos y se preguntó porque ante ese hombre sus hormonas se tornaban a veces penosas y a veces jíbaras. Sería que tenía el “guajira” de guardia, como dijo Cindy. Allá en su pueblo, muchas mujeres se tornaban ariscas, penosas y volátiles, cuando un hombre que les gustaba las cortejaba. Y casi ya llegaba a una conclusión, pero el carro de David frenó. La amable sonrisa de David dejó a los ojos de María conectarse con el azul-encantador de los ojos de David.

Pero algo congeló el deseo de María de disculparse por haber sido tan ruda con él en el parque o de darle las gracias por haberla traído a casa en medio de ese huracán. Ya se bajaba cuando David le preguntó: “Mañana, a qué hora vengo a buscarte”. La pregunta tuvo gracia para desconcentrarla aun mas.

  • No tienes que hacer eso. – le respondió María.
  • Yo lo sé. Pero yo quiero

Aunque al otro día tenía que estar en Tropicana a las 8pm, le sugirió a las 4pm pues, de él no venir tendría 4 horas para encontrar monstruos rodantes que la llevaran al trabajo.

El disfrutó verla correr bajo la lluvia y perderse a través de la puerta de Julia.

Antes de quedarse dormida, María abrió el armario para hablar con el fantasma de la madre de Julia.

“Señora, afloje con el hechizo del inglés. Creo que le ha echado demasiado polvo. Pero que ojos, ay, me derriten. Gracias si esto tuvo que ver con la promesa que me hizo. Voy a dormir.”

  •  ¡Hola!, dijo María con voz de aun no haberse despertado.
  • Chao María, ¿Cómo estas?

Era una voz sin lustre. Era Luciano. Sus anécdotas relataban un terrible divorcio. Hablaba de separación de casa, cuentas de banco, y de otros bienes. Llenaron la media hora que conversaron de mutuas tristezas.

  • Luciano, quiero agradecerte la renta en casa de Julia.
  • Yo quiero pagar dos meses más María a ver si yo organizo mi vida y…
  • No, no hace falta. Yo me voy. No sé a dónde, pero me voy.
  • Necesito hacer algo por ti. Yo no sé ya ni lo que siento. Pero creo que te amo.
  • Y yo creo que el hueco en que vives no te deja saber qué tipo de amor sientes: de amigo, de amante, de padre.

De tanto pensar como alguien puede “creer” que ama fue difícil volver a coger el sueño. En cuanto se durmió soñó que el fantasma de la madre de Julia, salió de adentro del armario a pedirle que no se fuera de la casa. Le dijo que desde que ella llegó a esa casa Julia había estado viniendo al cuarto y verla la hacía tan feliz. A cambio de eso, le dijo que se iría en el cuerpo de ella a la ayudaría a conquistar a David, pues ese británico la podía salvar. María declinó dando las gracias, y le dijo que se iba. El sueño acabó con la difunta entrando al cuerpo de María que bajaba las escaleras de casa de Julia para irse y no virar jamás.8551939338_92e28c9c9c

Cuando se despertó, María se alegró al sentir que por primera vez en mucho tiempo, deseaba colgar una flor en su pelo. Ya casi eran las 4 de la tarde, y se despedía de Cindy con un beso, cuando la luz reventó un destello y la casa de Julia se quedó completamente a oscuras. Cindy corrió de regreso a su cuarto, pues dice que le tenía miedo al fantasma que vivía en su cuarto, y María bajó. Abriendo la puerta de la casa, el carro de David llegaba.

Aunque el baño olía al moho más fuerte de toda su estancia María fue a bañarse. Los cuentos de Cindy detrás de la cortina de baño hacían el rato mucho más ameno. Al María untarse su perfume, Cindy hizo pausa, y le juró a su amiga de ella tener un pene en ese momento se le hubiese parado.

María regañó al fantasma por haber estado en la bobería en vez de haber aguantado la lona. Cindy, igual de enfadada con la lluvia pues le había echado a perder todos los negocios ese día, escuchó los genios de María Desde su cuarto. Corrió a verla, y como no tenía nada que hacer, se dispuso a ayudarla a secar el cuarto.

Al despertarse y ver que la lluvia le había hecho volar la lona de la ventana y que en el cuarto había más agua que los baches de la Habana Vieja, María se puso a pelear. La puerta del armario, completamente abierta, aún bailaba al ritmo del viento como si el fantasma de la madre de Julia lo hubiese abierto.

  • Estas muy lindo. – Le dijo María
  • Es que tengo una recepción de trabajo. Pero termino a tiempo para recogerte.
  • ¿A recogerme? Entonces, ahora tengo un chofer inglés.
  • Yo no soy tu chofer.
  • ¿Y entonces por qué …
  • Porque cubrir necesidades crea necesidades. Yo quiero que me necesites.
  • Tú quieres que yo te necesite?
  • Si. Y viceversa.

David rondaba entre lo correcto y lo descabellado. Pero ella no quería analizarlo mucho. David subió la música y los rayos que de vez en cuando se rajaban en frente del parabrisas delantero les unía las miradas, y creaban destellos entre ellos.6829571060_29ea9a31ff_b

Ya en la puerta de Tropicana, David le pidió a María que lo esperara dentro del lobby, pues no quería que un viento se la llevara y le arruinara el honor de volverla a ver. María abalanzó el cuerpo para besar la mejilla de David, a modo de gracias, y allí sondeó para disfrutar su colonia de hombre. Sólida y refrescante tal como las palabras que él decía.

  • Hueles muy rico. – Le dijo María.
  • Cerruti. A base de madera y lavanda.
  • Yo hago mi propio perfume. A base de jazmín salvaje. Lo colecto en campos que rodean a mi pueblo. ¿Te gusta?
  • Todavía no se.
  • Nunca me has dicho si te gusto, ni si soy bella. O si te gusta mi perfume.
  • Es que no quiero que lo oigas, quiero que lo sientas.
  • Yo no leo mentes David.
  • WuizQs sea hora de que aprendas.

Todo lo que David decía parecía dejar a María sin armas. Era como si debiera borrar todo lo que sabía de los hombres, y comenzar a estudiarlos otra vez. Entró al lobby de Tropicana y se sentó en el asiento más lejano que encontró, buscando serle invisible al gentío hasta las 8, y allí seguir oliendo la madera con lavanda que David le había dejado en la nariz.

Desde allí veía gente entrar alegres y salir violentas. Una chica del elenco que salía incluso de lejos le hizo seña para que se fuera. Otros dos salían con un cartel que decía que esa noche cerrarían Tropicana a causa de la lluvia, y otro más vino a decirle que tenía que salir pues iban a cerrar la instalación.

La calle era un diluvio. María esperó sentada en el portal de Tropicana, por casi 6 horas, desafiando viento, truenos, y todas los demás caprichos del huracán hasta que David viniera a buscarla.

Continuará…

Por Jocy Medina

Written by Jocy B Medina

Soy de la Habana. Mi pasión es escribir, sobre todo si los temas llevan a Cuba entre las líneas. Salí de Cuba de 20 años. Durante mis 20s viajé el mundo, a los 25 tuve a mi hijito Dennis, a los 30 me establecí en Canada y a los 40 nació este blog.

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