Ando con su recuerdo a todas partes. Con su abrazo a todas partes. Con su voz a todas partes.
Voy y vengo con él. A todas partes.
Me alivia pensar en un reencuentro. En otro abrazo. En escucharlo una y mil veces más. Lo quiero. Lo amo.
Después –y antes- de todo, ha sido el hombre más constante en mi vida.
Lo pienso. Lo sueño. Me roba las velas en mis noches de insomnio. Lo necesito.
Aparece en un montón de canciones, en un sinfín de lugares, en los silencios y en las palabras.
Lo llevo pegado a mi piel. Amarrado a mis entrañas. Atado a mí. Atada a él.