Según la opinión popular, Mantilla es uno de los barrios habaneros con mayor índice de violencia y criminalidad. Al creciente consumo de drogas y desempleo juvenil se ha sumado el negocio de las carreras ilegales de motos. La elevada accidentalidad ha perjudicado severamente a motoristas y peatones que transitan por la carretera de Managua o la Calzada de Mantilla, pistas de excelencia para un “Rápido y furioso” criollo y letal. De hecho, mientras en el corazón de La Habana se filmaban enervantes escenas de
Fast 8 y un inopinado desfile de Chanel contaminaba el Paseo del Prado con el hedor de la discriminación social, Osmany Hernández Tejeda (24 años) y su novia Lorena (15 años) se estrellaban contra un ómnibus a su regreso de una discoteca en Managua.Según dijeron a Cubanet varios vecinos que prefirieron no revelar sus nombres, Osmany era un buen muchacho; pero demasiado loco a las motos. Cuentan que pasaba sus días en la piquera de los motoristas. Sin tener licencia para conducir o arrendar los vehículos, aceptaba trasladar pasajeros y al regreso depositaba –íntegro– el importe cobrado en manos del dueño. Lo hacía solo por el goce de la velocidad; un placer que frecuentemente lo llevaba hasta las carreras clandestinas de Managua.
La noche del accidente había sustraído de su propia casa una moto estatal que se encontraba en reparación. El vehículo no tenía frenos ni luces. ¿Murió a causa de una elección personal? ¿Es suya toda la responsabilidad directa por los perjuicios ocasionados? Sin dudas. Pero detrás de esta tragedia subyace la indiferencia de los vecinos ante las incursiones clandestinas de los motoristas, y la complicidad de la policía que –pago mediante– permite una actividad ilegal con un alto riesgo para la vida.
Una mujer residente en Mantilla, muy cercana a la familia del fallecido, explicó a CubaNet que cuando aumentó el número de accidentes, la policía decidió emplazar una unidad de vigilancia en el cruce de la calle Progreso y Calzada de Mantilla, frente al Rápido que funge hoy como piquera de las motos ilegales. “Ese invento fue por gusto (…) En todo el tiempo que esa unidad estuvo ahí, sin condiciones mínimas, sin baño siquiera, nunca la vi abierta”.
Mantilla, junto a “La Cuevita” de San Miguel del Padrón, el reparto El Mirador y el Canal del Cerro, ha adquirido el estatus de barrio impenetrable; una de tantas zonas periféricas donde no entra la policía a menos que lleve las cartas de negociación en la mano y esté dispuesta a plegarse a un orden marginal, impuesto y modificado a conveniencia de sus moradores. No se trata solo del bajo salario adjudicado al cuerpo policial; es que tampoco existe jerarquía entre quienes ejercen la autoridad y los delincuentes. “Si los miras, te das cuenta de que son idénticos. Se comportan igual, se expresan igual (…) hasta parece que los policías admiran o envidian el poder que les otorga estar encima de una moto”, comentó a CubaNet un vecino que conocía a ambas víctimas del accidente y ha denunciado el peligro que suponen esas carreras.
Lo peor no es el carácter simbólico de los veladores del orden público. La corrupción en entidades jurídicas del municipio de Diez de Octubre ha contribuido –solapadamente– al incremento de conductas de riesgo. Según informó a CubaNet otro colaborador, Osmany Hernández se hallaba esperando sentencia por haber atropellado a un ciudadano en un accidente previo, cuando una jurista apareció en su casa y le habló por lo claro a su mamá: “…no le des más dinero al abogado defensor que quien puede librar a tu hijo de la cárcel soy yo”. La susodicha exigió 300 CUC a cambio de una condena de tres años que el finado no podrá cumplir, pero ya la transacción está hecha. Con esta escalada de podredumbre ética y moral, no es de extrañar que se multiplique la violencia en Mantilla y se mantengan las carreras de motos del mismo modo que han perdurado las peleas de perros y las vallas de gallos: en el más voceado clandestinaje.
Este contexto que no aparece en las noticias representa la otra cara de la ciudad donde hoy se filma Fast 8, casi una invitación para muchachos sedientos de probar algo nuevo, lo que sea. La “glamourización” de la velocidad, la violencia y cierta atractiva marginalidad personificada en Vin Diesel y compañía, justifican la despedida estilo “tipo rudo” que regalaron los motoristas al desparecido Osmany: una caravana de motos cerrando el cortejo fúnebre, con alardosas maniobras que redoblaron la indignación de los familiares. Mientras los rebeldes de Mantilla esperan su hora en las lides nocturnas, otros dos jóvenes cubanos han muerto. Un goteo más lento que el del exilio; pero igualmente inexorable.