Con el pasar de los días, la crisis se hace inclemente. La vida pende de un hilo, porque en medio del hambre, el desespero se adueña. Sea por brutalidad policial o por quedar en medio de una inseguridad desbordada, la vida de los venezolanos corre peligro.
Ante la necesidad de los alimentos, cada día más escasez, la violencia se incrementa. Por quienes necesitan adquirirlo a como dé lugar y por quienes buscan contener a un pueblo que pareciera estar llegando al colapso.
La peligrosa dupla de la escasez de productos y la incapacidad del Estado para satisfacer uno de los derechos primordiales aceleran un peligroso enfrentamiento entre ciudadanos, cuerpos de seguridad y delincuencia, reseña el diario venezolano La Verdad.
Sólo en las dos primeras semanas de junio se reportaron más hechos de saqueos, agresiones y víctimas por intentar comprar comida, que en los cinco meses previo. Más de 40 casos y tres muertos en diferentes regiones. Documentados y difundidos a través de las redes sociales, siendo el tema del día, el nombre de alguna entidad venezolana, donde sus pobladores luchan por los alimentos.
En Táchira, fue asesinada Jenny Elizabeth Ortiz Gómez por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana, con perdigonazos en el rostro, que estaban a cargo para controlar un saqueo a un camión de carne. En Petare, fue José Antonio Tovar, quien corrió con la desgracia, además de heridos, por acciones de la GNB. La tercera víctima fue en Cariaco, Sucre. Luis Jormel Fuentes murió por perdigones.
Durante el mes de mayo, se desarrollaron 172 protestas por desabastecimiento, de acuerdo al reporte del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. De estos, sólo en saqueos e intentos de ellos, hubo 88 hechos violentos en contra de comercios y supermercados de carácter privado. Gracias a este informe, logró conocerse un vertiginoso incremento en estas manifestaciones, que iniciaron en el mes de enero con un saldo de 10 a nivel nacional.
Así como crece la inflación, que solo durante los 5 primeros meses, acumula más de un 80 por ciento, (según cifras extraoficiales porque el Banco Central de Venezuela no da un parte oficial) la violencia le sigue el paso. Reseña el rotativo, que “entre ambos extremos, el ciudadano naufraga en la pérdida del poder adquisitivo, de las regulares relaciones de acceso a los alimentos, y en un terreno de “colapso” y creciente necesidad por la crisis económica.”
¿El detonante?
La familia venezolana protegerse. Al no tener una garantía real de abastecimiento de alimentos, inicia el desespero y su reacción deriva ineludiblemente en violencia, en la que la población no es la única promotora. Lo ocurrido en Petare, fue muestra de ello. De una manifestación por alimentos, bandas armadas se aprovecharon para terminar enfrentándose con efectivos de seguridad.
De acuerdo a Yvers Caruzo Linares, sociólogo investigador de violencia criminal, al perderse la disponibilidad de acceder libremente a los rubros crece la necesidad por la sobrevivencia y el Estado no tiene los mecanismos para asegurar el derecho a la alimentación, en términos de equidad e igualdad surgen enfrentamientos. “O me muero de hambre, no satisfago esta necesidad o debo confrontarme con el otro”.
En el choque de necesidades se mueve además el interés de “redes organizadas”, que actúan para sus fines. En el reclamo de las personas para tener “mayor calidad de servicios” y abastecimiento oportuno y de calidad se infiltran elementos externos de peligro, creando “una caldo de cultivo para echar andar su funcionamiento delictivo”.
