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Carne (de parqueo) de hospital…

Carne (de parqueo) de hospital…
Carne (de parqueo) de hospital… | Foto: Cosasdecuba.com
Carne (de parqueo) de hospital…
Carne (de parqueo) de hospital… | Foto: Cosasdecuba.com

Yo soy carne de hospital: tengo un par de hijos pequeños que se enferman como todos, una ristra de viejos en la familia y, para colmo, el cigarro me ha convertido en una bronquitis andante.

La opinión que tengo sobre los servicios de salud en Cuba se mueve de un extremo a otro en correspondencia con la situación específica. Pero algo hay que no ha cambiado para mí en el último año de aventuras hospitalarias, y que no tiene mucho que ver con la atención sanitaria.

Se trata del abuso contra los bolsillos de la gente en los parqueos de bicicleta cercanos a los centros de salud. Una tontería, pensará usted si no le ha tocado sufrir las tarifas de los parqueadores.

Me quejo por mí, porque me jode directamente, y además en nombre de quienes más trabajo pasan en Cuba para llegar “a fin de semana” (porque “a fin de mes” ya sabemos que es una fantasía).

Ellos, además, tampoco tienen Internet, y su lamento se queda en un minusválido “¡Ñoj, asere…!” que al oírlo da ganas de pensar un poco en el asunto.

Como norma, las tarifas en los paqueos aledaños a centros hospitalarios son similares a las de cualquier otro parqueo en la ciudad:

2 pesos por bicicleta “normal” (china o “montañesa”). 4 pesos por bicicleta “de paseo” (ridículo símbolo de economía más holgada); y 5 pesos si debes dejar la bicicleta toda la noche.

La diferencia entre estos parqueos y el resto, es que son espacios arrendados por una empresa estatal cubana (que se define como “socialista”) a trabajadores por cuenta propia. Y en ese detalle, más que en los 2, 4 o 5 pesos, radica la inconformidad.

Quienes usan estos servicios, generalmente no lo hacen porque vayan a irse de fiesta, sino porque tienen familiares ingresados o en consulta. O sea que hay que contar con que ya hacen un gasto tremendo en comida, pues la del hospital invita a tirarla por el tragante. Y también que muchos deben regresar una y otra vez, y dejar bajo custodia sus bicicletas varias noches consecutivas.

En buena honda intenté saber por qué los tipos mantienen así sus tarifas, y esto fue lo que dijeron:

“Además de la patente, nosotros aquí pagamos por el arrendamiento del espacio, más o menos, 900 pesos al mes”

¿Tú no oíste el cuento del viejito ese que se suicidó porque en su turno le robaron una bicicleta de paseo y el dueño le pedía 10 mil pesos…?”

Ambos me parecieron criterios razonables, pero no creo lleguen a justificar esa falta de sensibilidad.

El primero que debería sensibilizarse es el estado, y a través de sus empresas de servicio— devenidas arrendadoras de pedazos cercados de tierra— negociar con los cuentapropistas y llegar a acuerdos en beneficio de la población.

No soy amigo de ver al estado involucrándose en pequeñeces, pero si ya está involucrado igual porque es propietario del espacio y parte de la ecuación, lógicamente debería pactar con sus arrendatarios tarifas menos asesinas a cambio de impuestos menos asesinos. Y también porque el estado cubano, que emplea al 75% de la población laboralmente activa, aún no es capaz de pagar salarios acordes al costo de la vida.

Más incoherente perece que se meta en los precios de un carretillero vendedor de plátanos— que no se beneficia del uso de ningún recurso público—, y lo hace con gran naturalidad.

Tras los cambios económicos de los últimos años se ha visto un incremento del costo de los servicios y productos de primera necesidad, sobre todo aquellos que son provistos por el sector privado.

Entonces yo, que de economía sé únicamente lo que puedo ver en las calles, pero igual me da la gana de opinar, he terminado suponiendo que la razón fundamental está en la aparición en el mercado de nuevos servicios y productos (provistos por empresas estatales…) que no existían antes.

Conectarse a Internet desde el parque de la ciudad, por ejemplo, era apenas un “ay, si se pudiera”, como mismo la posibilidad de adquirir ciertos equipos electrodomésticos que incrementan considerablemente el nivel de vida de la gente.

Y ahora, que sí se puede— pues el estado ha puesto la tentación en las vidrieras, a precios que dan ganas de vomitar— la gente tiene un incentivo extra para “lucharla” aun a costa de la desventura de otros.

Por Alejandro Rodríguez Rodríguez

Written by Alejandro Rodríguez Rodríguez

Periodista; bloguero por telepatía..., desde Camagüey, Cuba.

2 Comments

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  1. Pero pagar Por un parqueo de bicicleta , pero que descaro es eso, en un país donde no hay transporte , solo en Cuba se ve semejante estupides ;anacrónicos , en los Estados Unidos , la dejas en la parada del tren, bus , hospital , Bank, correo , Mall, escuela, collage , market, hay parqueos donde quiera y son gratis , tarados aprendan .

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