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Cientos de personas se observan a las afueras de la iglesia Saint Brendan en Miami, uno a uno se van formando para poder entrar al recinto sagrado y poder ver por última vez a José Fernández, cuyo cuerpo reposa en un féretro al pie del altar.
A un lado la bandera cubana, lugar donde nació y lucho por alcanzar sus sueños, del otro lado la bandera de los Estados Unidos, país que lo vio nacer como una estrella y le brindó la oportunidad de cumplir sus metas de superación, quizás no todas, pues una mala jugada le quitó la vida a muy corta edad.
Las personas, vestidas la mayoría con franelas de los Marlins de Miami, se acercan al ataúd para observan al joven cubano, recordado por estar siempre sonriente y lleno de vida. En el montículo era un bárbaro, en la calle un humilde que intentaba marcar la diferencia.
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A pesar de la música, en la iglesia impera un triste silencio que solo agrava la tristeza de quienes asisten al funeral. Nadie puede creerlo, el novato estrella ya no está entre nosotros y ahora queda su recuerdo para llenar los vacíos en los corazones de quienes tocó con su maravilloso juego y su cálida personalidad.
Hoy, Miami despide a una gran estrella, que dio todo, tanto dentro como fuera de los estadios para dejar en alto el nombre de la ciudad que le dio la oportunidad de colarse en las filas de los mejores, hoy despedimos a José Fernández, el balsero que llegó con un sueño y murió como un ejemplo a seguir.