Mamá, desde el otro lado del mar, me necesita. Le faltan mis brazos para apoyarse, mis besos para mitigar dolores, mi voz para hacerla reír .
Mamá perdió equilibrios y cayó al suelo, mis brazos no pudieron evitar la caída, no pudieron cumplir su tarea de levantarla en el momento justo. De nada sirvieron músculos y horas de gimnasios, si mis brazos impotentes, inútiles, no pudieron alzar mi más preciada carga.
Mamá tiene dolor, un dolor agudo, intenso. Hay un montón de cosas que enviarle, pregunto y busco quién puede ser mi barco, mi paloma. Sé que no bastan tabletas, ni inyecciones, hay amores que se bastan para paliar dolores y eso es lo que ella necesita.
Mamá acostada, apenas se queja, sabe que no es grave, pero el dolor le muerde y mis manos no están junto a ella en este instante, aliviando sus dolores y sus penas.
Mamá siempre sufrió en silencio, sin quejas ni lamentos. Se bebió una a una, lagrimas y penas. Por vez primera se queja, dice que le duele y yo no estoy para tomar su mano, para besarle en la frente y decirle, todo estará bien.
El mar no puede hacerme perder batallas, ya una vez, con ella en brazos, reté a la muerte y la vencí sin miedos y sin dudas. Juntos venceremos dolores y caídas, volveremos a reír, a compartir sueños, a mirarnos enamorados, una y mil veces.
Mamá me necesita y yo no estoy con ella y vienes tú y me hablas de perdones. ¡Tanto dolor no puede perdonarse!