MARINO LÓPEZ-BLANCO
Qué ironía. El carcelero mayor, el tirano de Cuba, no pagó por sus crímenes, sus robos, despojos, vesania y sobre todo su continua opresión al pueblo cubano. Tampoco pagó por sus recurrentes mentiras y engaños. El régimen quiere presentar un duelo nacional que no es espontáneo sino impuesto por la bota militar. La última mentira es querer presentar al mundo que el cubano ama a su déspota. La diáspora y el cubano de a pie saben que esto no es verdad.
Tres generaciones de cubanos han nacido, vivido, crecido bajo el régimen tiránico de los hermanos Castro. Ellos viven la obsesión que recorre el alma cubana de hoy, apremiante, irse del país, no importa a dónde, o sacarse el gordo, una de las 20,000 visas que rifa anualmente el gobierno de EEUU. Desde luego, la probabilidad es remota. Muchos cubanos recurren a la balsa, arriesgando sus vidas. Qué tristeza.
Es irrelevante la discusión sobre si el tirano Fidel será o no será absuelto por la historia. Su fuerza mesiánica pasó, quedó atrás, su mito revolucionario también fracasó. Las nuevas generaciones de cubanos post Castro han visto el fracaso. No creo que a largo plazo ese modelo funcione.