Una de las mayores calamidades de La Habana es el transporte público. En altas y bajas, la razón del problema va siendo prácticamente el mismo. No hay ómnibuses, ni rutas que permitan el fácil traslado de la ciudadanía a quienes viven en zonas periféricas a la ciudad, además de la pésima frecuencia del servicio.
Pero un reportaje reciente de Cubanet, menciona otro problema que poco se comenta: la indisciplina de usuarios y de los propios choferes.
Aunque está prohibido fumar en el ómnibus o que los choferes viajen con alguien a su lado que pueda distraerlos, esto es una práctica propia de choferes en Cuba.
¿Cómo exigirles respeto a los pasajeros? Si quienes deberían dar el ejemplo, cometen todas las infracciones establecidas. Por eso no resulta extraño que situaciones de violencia se produzcan causadas por el alcohol, o que los ómnibus estén en malas condiciones, además de la cantidad de gente que suben por unidad.
Cubanet recorrió la ciudad, recogiendo testimonios de las principales indisciplinas que se producen dentro de los ómnibus y en su mayoría, expresaron la “falta de cortesía con los ancianos, discapacitados y mujeres embarazadas” además de la grosería y la actitud destructiva de jóvenes que se sirven del transporte en la ciudad.
Sin embargo, contados fueron quienes mencionaron la actitud “desconsiderada y abusiva” de los choferes, quienes pueden desde no detenerse en las paradas, hasta arrancar rápidamente sin detallar que hay personas subiendo a la unidad.
Abuelos, los más afectados
Son los ancianos, quienes resultan más perjudicados en este proceso. Viajan de pie, son halados de un lado al otro por abruptos frenazos de los choferes. Inclusive dejándolos antes de la parada reglamentaria por lo que deben caminar largos trayectos a pesar de haber tomado un transporte público para llegar a su destino.
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La fuerza de la costumbre “a la barbarie” como lo describe Cubanet, no permite que los cubanos disciernan en lo que es el maltrato y lo que es la prestación del servicio. Se han acostumbrado a pagar un peso por un pasaje que en realidad cuesta 40 centavos, sin interrogarse a dónde va ese excedente que jamás se ve reflejado en la calidad del servicio.
“¿Por qué no echarlo en la alcancía, si supuestamente el monto recaudado durante los viajes puede ser reinvertido en el mejoramiento del servicio de transporte?” se pregunta el articulista.
La “mala voluntad contra el Estado” ha hecho que el pasajero prefiera contribuir al lucro personal de los choferes “mientras viaja exprimido en el apretado molote, observa cómo el que maneja acumula en monedas de un peso la mitad —o más— del salario promedio mensual en Cuba.”
¿Qué puede hacerse?
Tristemente, la actitud de los funcionarios estatales expone la corrupción y negligencia atrincherada en la sociedad cubana. No es solo el robo del dinero de pasajeros o las deprimentes condiciones en que viajan las unidades, sino el salvajismo que se ha adueñado del día a día de los cubanos.
Por hacerse hay mucho. Nuevas unidades y rutas mejor diseñadas podrán marcar la diferencia, trabajando de la mano con la educación, honestidad y respeto. Es tiempo de trabajar en la responsabilidad ciudadana. Cuba debe dolerles a los cubanos y dejar de ser tierra de nadie.
Redacción Cubanos por el Mundo / Con información de Cubanet