Es público y notorio la gran influencia que tiene el castrismo sobre las fuerzas militares en Cuba. Los generales verde olivo gozan de innumerables beneficios por lo que, hacerse la vista gorda en cuanto a la violación de derechos humanos, represión y otros crímenes cometidos por los Castro les es fácil.
Un artículo del escritor Iván García, publicado en Diario las Américas, revela como estos “beneficios” sólo llenan los estómagos de quienes están arriba en la cadena militar, dejando a los cadetes y soldados de más bajo rango, con las sobras.
Esto genera gran rechazo dentro de la Fuerza Armada Revolucionaria. García cita el testimonio de una alumna de la escuela militar, quien debe impartir clases en la academia por la falta de instructores.
Él la llama Yamila, tiene 21 años y desea irse de Cuba a pesar de que su doctrina militar le impide pensar de esa manera.
“Desde mi adolescencia he estado becada en escuelas militares. Ya en el preuniversitario, como muchas de mis amigas, queríamos dejar la vida militar. Pero no es tan fácil. Cuando estudias una carrera en la enseñanza castrense, si quieres renunciar, debes esperar dos años para poder ingresar en un centro de educación superior”, comenta Yamila.
Ella asegura que las privaciones son muchas, incluso mayores que los beneficios. El llamado Ordeno del Comandante no le permite a Yamila hablar con sus familiares en el extranjero, tener amistad con personas desafectas al gobierno, leer prensa extranjera o libros considerados ‘contrarrevolucionarios’ y, por supuesto, tener novios extranjeros.
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La contra inteligencia militar les tiene el ojo puesto, ya que la violación de alguna de estas reglas repercute en cárcel o sanciones severas.
Pero ¿qué recibe Yamila a cambio de su lealtad?
“Nos dan una cuota de cigarros con peste a viejo, algunos productos de aseo y unas libras de viandas, pollo y arroz. A cambio de lealtad absoluta al Partido, Fidel, Raúl y los jefes”
Como parte de su plan para arraigarse en el poder como un parásito se aferra a su huésped, el castrismo cedió a los militares gran parte del poder económico de la Isla, lo que les permite controlar a su merced todo el aparato productivo del país.
A pesar de no ser de su competencia, los militares en Cuba y en varios naciones socialistas como Venezuela, por poner un ejemplo, se inmiscuyen en todas las áreas que podría dejarles una buena cantidad de dinero.
“A tono con esa concepción, la autocracia isleña ha diseñado una formidable estructura militar imbricada en todos los reglones económicos que aportan moneda dura. Ya sea administrar hoteles, empresas de punta o las telecomunicaciones”, apunta el periodista en su artículo..
Milicia en decadencia
Para García, a pesar de estos beneficios que otorga el régimen a los militares, su fuerza se ha venido a menos en comparación de la era soviética, donde Fidel Castro tenía un “cheque en blanco cedido por el Kremlin”.
“El ejército tenía más de un millón de hombres en armas, 3.000 tanques de guerra y una flota de casi 300 aviones de combate. Era el más grande de América Latina. Por vez primera en la historia de Cuba, sus fuerzas armadas participaron en guerras en el extranjero. Luego de que el comunismo ruso dijera adiós, el atraso productivo y económico local fue el catalizador para una reducción importante en las fuerzas armadas cubanas.”
Ahora Cuba sólo cuenta con 170 mil efectivos activos y unos dos millones en la reserva, y esto porque aún mantiene el servicio militar obligatorio.
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Actualmente, los militares controlan el 80 por ciento de la economía y el holding GAESA igual administra la elaboración de carbón de marabú, 30 mil habitaciones de hoteles y el Puerto del Mariel, a 40 kilómetros de La Habana.
“Pensando en ese futuro, es que las FAR no quieren que los estudiantes de carreras militares la abandonen. Para la alta oficialidad, nosotros somos el relevo para fiscalizar y gestionar las empresas rentables en el país. Pero para llegar hasta ahí, hay que soportar desmanes y cumplir normas anacrónicas”, cuenta Yamila
El régimen cubano es como un dragón de dos cabezas y un escudo.
Una cabeza, la pensante, de líderes históricos que gobiernan a perpetuidad y que en un futuro se rotarán en estrambóticas elecciones con la participación de candidatos de un solo partido.
La otra cabeza es la Seguridad del Estado, que fiscaliza, reprime y sanciona el pensamiento liberal y a la disidencia que apuesta por un capitalismo moderno y democrático.
El escudo lo conforman unas fuerzas armadas que como teatro de operaciones tiene la administración de los negocios de la junta militar.
Un capitalismo de Estado en toda regla. Como el Vaticano, pero sin Papa.
Redacción Cubanos por el Mundo / Con información de Iván García – Diario Las Américas